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Poemas de Walter Benjamín

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 Poemas de Walter Benjamín


XVII

Inaugurar el mundo
con el día
camino del quiosco;
con la lluvia apacible
de este invierno
que, al caer, refresca
los olores
del jardín de las monjas,
límite en otro tiempo
de naranjales,
costado gris ahora
de una avenida urbana,
donde me acerco
a comprar los periódicos,
y aspiro el aire,
su beneficio.
Ante los cielos
me descubro
por gozar otra mañana;
hablar con el vendedor,
y saber que al regreso,
en el número cinco,
de la calle que ensancha,
la vida ha comenzado.



SOMBRA

Al recordar prefiero traer lo más lejano,
aquello que al venir ilumina los sueños,
y descubre que soy de otro tiempo la sombra.
Días gozosos, porque nada en el cielo es  pasajero,
y yo miraba entonces el techo de los campos,
los turnos de la luna, que ahora traigo aquí,
tratando de hacer luz, en diferente espacio,
con las cosas que son de tan dulce memoria.
Vuelvo y vuelvo a lugares, evoco las palabras,
el sentir jubiloso y la hermosura.
La vida que ya fue dará lustre a los restos,
disfrazados de ayer, simuladores,
sin querer aceptar las cuentas adelante,
y sin saber qué hacer con la viviente sombra,
que apuesta su razón a este poema,
a la ciudad en que vive, a unos pocos amigos,
y al amparo sereno de un amor.
Porque todo es distinto, y ya distante
el frescor de los cuerpos con su brío,
y esa luna feliz que nos amaba.
Somos en el declive una sospecha
para quienes son sueño y se resisten
a ver en nuestra sombra su futura evidencia.

De Las palabras lo saben, 1993, Inédito

 ….


INSTANTÁNEA

Del brazo de mi padre por la avenida airosa,
en busca del amigo, que al fin vimos
Era marzo con sol, y se acercó un fotógrafo
dispuesto a detener aquella escena.
Nuestros abrigos largos, la sonrisa;
el gozo elemental de la existencia,
marcado para siempre en blanco y negro.
Presidía la puerta de Alcalá,
con sus rosas y grises en la piedra,
rodeada de atmósfera inocente.
Han transcurrido más de treinta años,
y atravieso el lugar en automóvil,
al paso, las arcadas de piedra ennegrecidas,
su insolente esplendor ajeno a la premura.
El rojizo color, el dorado herrumbroso.
Vaya ver al amigo, anciano y solo.
Es primavera inquieta, sin fotógrafo,
Y mi padre no está
De lugares de paso

  
LYONS TEA

Aquí conmigo, objeto
Repaso los contornos
el rojizo color, el dorado herrumbroso.
Lyons tea
sobre la tapa, decorado de damero y leones.
Qualité de luxe. Export by (1929)
La vieja caja y su olvidado origen.
junto al papel, presencia.



Gonzalo Arango y Andrés Caicedo

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Gonzalo Arango y Andrés Caicedo

Poemas de Oscar Peláez Peña

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Poemas de Oscar Peláez Peña



NAVIDAD

En la soledad de aquella Navidad,
tras los pórticos ligeros y altos de la iglesia
entre un arco y otro, me contemplaba de pie y mal vestido,
como un intruso infructífero.
Sólo vi a un viejo consumido, pobre búho
de mi raza, y a una mujer de mediana
edad que parecía  fuera de lugar
y superflua: pobre huérfana de los siglos
grises, como una viuda eterna separada para siempre dé la alegría.
Yo sentía el peso de mis vestidos, de la soledad,
de todo mi ocio sudoroso, de toda la vergüenza del universo.”

CANCIONES

Letras en papel siempre blanco
y fugitivo ¿Qué fue de aquel poema
que volvió de este campo el paraíso?
Tú escribes sobre ondas y arenas y yo sobre los árboles y riscos;  
mis letras crecen como  
mis penas cuanto más vivo
..

SILVA DE LA SELVA

-Palabras-
Yo os canto aquí a vosotros, mis amigos,
hombres de mi linaje.  
Yo tan solo en el largo silencio de las calles,  
avanzando entre muertos en el fondo de cal de las alcobas.  
La luz pasa de incógnito por las ventanas.  
En el espejo de las aguas un pez vuela por mis sueños.  
Mis palabras de menta cuelgan como estalactitas  
al frío de la noche.
A esta hora un borracho sale del bar hacia el horizonte y lleva en
la mano una estrella en su fosforescencia.
Un mendigo harapiento recoge las hierbas desdeñadas y llora  vacío y lleno de pobreza .
Los hombres hablan en los cafés, así como el río corre o la lluvia
cae.  
A esta hora voy hacia ti para amarte, sin nombrar tu cuerpo, el  
polvo inútil que será tu carne ardiente.


SE FUERON LOS PÁJAROS

Hoy luce el sol limpio tras los días sombríos.  
La mente discierne el paisaje en el aleteo de los pájaros.
 Hay cantos escapados de los guayacanes, de las ramas, de las  
zarzas y entre las briznas de hierba.
Yo interrogo la eclosión del verano en el prolongado  
brillo de los granados trigos sintiendo sobre mi carne  
las ramas tropicales, los abrazos, las hiedras.
Mientras tu canto, ¡Oh pájaro!, traspasa el hondo azul  
con tus alas, tu canto flota y navega igual que una  
alegría; eres como un poeta escondido en la  
luz del pensamiento, penetras por los bosques  
atravesando los follajes, las hojas, los torrentes de risa.
¿Qué son los campos comparados con tu canto?
Cuando llega el buen tiempo la trucha está bajo  
la orilla de sus ríos. Bajo la luna de nácares  todo suena con el rumor del bosque: el canto  del insecto que se eleva sobre litros de bronce, el árbol
que mastica la luz el aire que trae el silbido  lejano de los trenes, la misma extensión desierta del campo.

..

PROMENADE

Donde terminan las calles el campo empieza.  
Afluye el cielo, el olor de los árboles y el fuerte  
aroma de la tierra.  Este lenguaje de hojas y atardeceres se encierra en mi corazón, en esta efusión canto mi verso  
que cruza la tarde señalando el encendido azul  
y regreso a los días de la infancia hundido  
entre inmensas montañas.  Me dieran los pájaros su lengua y su música  
sonora pero sólo ofrecer quiero la lección de mis
alas:  
La ventana de mi cuarto escucha su soledad  en la mañana perdida entre el ramaje de la luz  inmadura, el alba perenne claridad de mis 
alas:
de los mármoles.
Quizás bajo estas lunas rememores mares,  áureos manantiales en secretos bosques.  
Ahora de nuevo a mi siembra de semillas;  cansada ya la suerte de mis cantos tan solo  crecen en mi garganta espumas y gritos  
pues nada puede la canción donde huye el día  
en sus rojos ríos de sangre.
..

ELEGÍA

En tu rostro desierto, en la arena, leí
que ya nada esperaría.  
Luego quedé tirado en la noche  
con ese sentimiento trágico de la vida  
que tienen  
los perros callejeros.  
Mi inocencia había huido por un camino  
blanco abierto en el cielo.  
Ahora solo me queda tu sonrisa que yo  
sabía  
pronunciar en los alcores de mi recuerdo.


MADRIGAL

Nací en las colinas junto a una escopeta.
Aprendí el idioma de los lobos al caminar por la noche;
también aprendí el idioma del amor, pero no estuve el día de tu creación.
Hoy me hundo al buscarte, al final la distancia gritara mi huida y al mirarme en tus ojos me veré alejarme.
Nunca supe quien eras, ni que estabas sonando, aunque yo me destrozaba por saberlo.
En las noches escalábamos esa música que se quedaba encendida hasta el alba en los barrios, cuando un claror de luna anunciaba tus caderas.
Ahora solo sé que quisiera gritar desde tu boca:
"No me olvides"

..
Sarcófagos de una Ciudad Amarilla
de Oscar Peláez Peña 
Endymión-2004-



SOBRE LA VERDAD / Darío Ruiz Gómez

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SOBRE LA VERDAD

Darío Ruiz Gómez

El escándalo desatado a raíz de la presentación del video donde aparece Petro empacando fajos de billetes   ha sido utilizado por  algunos medios de  información para relativizar  un hecho arrojando  sobre éste un velo de ambigüedad. Lo importante para  este amarillismo   consiste en convertir  una grave falta a la ética por parte de un reconocido  político  en una telenovela  donde el  suspenso  cumple la  tarea  de arrojar la duda sobre algo  constatado   ya que   su objetivo consiste en relativizar la verdad. Relativizar la verdad es despojarla de sus contenidos morales haciéndola superflua, convirtiéndola en flash informativo. El verdadero periodismo parte de la reflexión de aquello sobre lo cual informa porque considera que cuenta con un lector  crítico. Entre  la procacidad de Petro  y su  gesto lleno de la  avidez  de un avaro y este tipo de descrédito de lo que veo  no hay diferencia alguna. Es el autismo  de quienes  pretenden eludir mediante la relativización de la verdad su responsabilidad ante la ciudadanía. ¿No fue grotesco aquel espectáculo de los carros recogedores de la basura comprados en Estados Unidos, ya deteriorados?  Se banalizan los hechos para banalizar al protagonista de los hechos  para que al  final nadie  sea culpable  ya que todos podemos llegar a ser culpables.

¿Bajo qué presupuestos morales tendríamos que enfrentar a la llamada Comisión de la Verdad? Si a lo largo de los años he leído los artículos de Francisco de Roux mi gran formación política me  sirve para  identificarlo con  la Teología de la Liberación, ese sector de los Jesuitas  proclive al más radical de los mesianismos, su estrategia para disfrazar sus verdaderas intenciones recurriendo a oportunas citas de los Evangelios. Lectura objetiva la que hago  de unos textos siguiendo las  normas de la más estricta hermenéutica  política. Pongo un ejemplo: el fallido intento de las FARC de convertir Urabá en una República Independiente y que terminó en las más inicuas masacres de trabajadores de Sintraunal. Alfredo Molano  a quien, hay que reconocerlo, nunca ocultó su simpatía por las Farc  tal como lo pone de presente el enfoque que le ha dado a sus estudios  culturales ha conocido igualmente y desde una posición privilegiada la verdad sobre lo que supuso el proyecto planteado por el Comité Central de Partido Comunista sobre la toma de Colombia a través de la combinación de distintas formas de lucha. Y esto es Historia no rumor. Pero recordemos que no hay verdad sin justicia y que quienes diferenciaron la justicia revolucionaria para justificar las masacres no pueden recurrir ahora a los principios de la justicia “burguesa” que sí establece diferencia  entre humanismo y terror tal como lo demuestran los juicios al totalitarismo  donde aquello que se juzgó y se seguirá juzgando  es un proyecto inhumano  al cual se sacrificaron millones  de víctimas. Esta columna  da fe de que en el momento preciso condené  los crímenes  del paramilitarismo de manera que lo que no se puede es descalificar  a quienes manifiestan su desacuerdo con la pretensión de imponer una sola verdad,  lo cual cerraría las  puertas a la reconciliación pues negar el derecho de las 65.000 víctimas de las FARC a tener voz  es negar la pluralidad democrática. Nadie conoce más sobre la verdad de estos hechos que de Roux y Molano, repito y sobre lo que surgió con la irrupción del  paramilitarismo, la muerte de Manuel Cepeda, el atentado contra Aída Abello, los relatos que vivió Karyna directamente. Y estos son debates nacionales que no se han propiciado por desgracia o que se están tratando de ocultar por desgracia.          

John Harold DAVILA en EL ATENEO

Poemas de Mircea Cărtărescu

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Poemas de  Mircea Cărtărescu
..
..

amémonos, keramú

amémonos, keramú2
, amémonos por toujours
que mañana seremos presa de las inundaciones, de los corrimientos de
tierra, de
terribles
borracheras,
que mañana un ayer con patas de araña se paseará por los rizos de tu pelo
enloqueciéndote, molestándote…
seamos tiernos, farfulló el polígono căţelu pegando los lirios
a las caderas voluptuosas de la estación de autobuses de filaret
seamos tiernos, mi soledad, apuntó la señal de sentido giratorio
seamos tiernos, dijo también una mosca.
la primavera nos lamía la cara y las manos como un pequinés
nos hacía preguntarnos qué gusto le sacaríamos a la lengua infinita de la
noche llena de
autocares y estrellas,
la primavera nos acariciaba y sobrepasaba a veces los límites maternales o
de la amistad
inocente
enseñando los pechos fríos de manera provocativa bajo su cazadora azul
turquesa desgastada
oh, quédate un poco más, le susurró la lámpara a una pelusa de la
alfombra,
¿no quieres subir a mi casa? bebamos algo, escuchemos música, te enseño
la biblioteca…
¿no quieres quedarte esta noche en mi casa?
cojámonos de la mano, le dijo un médico jefe del hospital emilia irza
al conejo de hojalata del escaparate de los juguetes.
querámonos, amémonos, crezcamos y reproduzcámonos
cantaban el tergal y el terciopelo, el dril y la batista en gabroveni
les respondían hasta quedarse sin voz los sargentos y las controladoras
hagamos el amor, balbuceaban el polen y las nubecillas
hagámoslo, roncaban las barberías,
como unas bombillas eléctricas unidas en serie
los nervios reventaban en el antebrazo, las venas se inflaban en el tórax,
en las fosas nasales los analizadores de olor guardaban los abrigos en
armarios
y el índice de refracción se zampaba un sándwich de pollo
en la perversa apertura del ojo.
qué de guiños, cuántos accidentes por distracciones, cuentas cerradas,
pólizas pagadas,
angelito, estornudó el pulmón mientras se miraba en el espejo
y veía a su espalda una fábrica.
la primavera nos untaba en el pan una gruesa porción de televisión
nuestra mente estaba atascada de proyectos de agresión, ya veíamos el
microcos
mos
cubierto
de
trincheras,
ya soñábamos con el poder, con krakatit, con el olor de piel de zorro del
hombre invisible,
con los ojos vivarachos del hombre que atraviesa las paredes…
nuestro cerebro se acordaba de cuando estaba encogido
de cuando latía, palpitaba, se removía, marchaba, se revolvía, serpenteaba
el antebrazo se liberó en el aire flojo de la sensación de tener plumas,
la oreja –la sensación de haber oído el berrido de un triceratops
y las burbujas de hidrógeno extendían la malaria por la cara.
ten confianza en mí, gorjeó la flora intestinal
mientras se arrojaba voluptuosa a los brazos del miedo
que llevaba aquella noche un traje sencillo, arqueado, juvenil,
dame un besito, le suplicó el anabolismo al catabolismo,
no seas cruel, no me obligues, le amenazaba un maxilar al otro.
llegaba la tarde, la ciudad se animaba,
llegaba la noche, las calles silbaban como un sifón,
¡seamos tiernos, lotería que nunca toca, seamos tiernos, batidor de
alfombras,
querámonos, grifos, hagamos excursiones, carpeta de sobres!
con vestidos de escombros y varas verdes, de embutidos y quesos,
cubiertas de vodka y gasolina las emociones se habían marchado a
escondidas.
por callejones y pasajes cubiertos de vidrio de colores
algún gato arañaba el tronco de algún laurel
y en las cervecerías las camareras se dejaban hacer por dinero.
querámonos, unamuno, una y uno, querámonos, keramú,
y luego equivoquémonos de cerilla, de alicates, de pasta de dientes,
ignoremos la excesiva influencia que ejerce en nuestra psique
el campus de grozaveşti.
la primavera observa amarilla desde la estratosfera, acariciada por el ozono
y los iones,
conozcámonos mejor, caracola, dice,
abracémonos, hangar, papelito, cubo de basura…
pero nosotros en la fuente del final de la calle alexandru nos mojábamos el
uno al otro
con agua
justo al lado de la policlínica, y hasta los árboles
olían a dentista
..
..
era la época de las flores

con el tiempo has alcanzado el estatus de gran potencia.
con el paso del tiempo, me has llenado las avenidas de embajadas,
consulados y
representaciones
pero hoy, por la carretera de mis deseos
mandas tus ojos azules como dos mercedes recién lavados
cuyos parabrisas engullen hojarasca rosa de castaño.
te has convertido en una gran potencia extranjera.
desde el zodiaco, tus satélites me fotografían en miles de posturas, espían
mi
secreción
de insulina
entrevistan hasta a mi estuche de afeitar
y declaran enemigos acérrimos a mi nombre de mi apellido, a mi edad de
mi sexo, a la estación del trolebús, al
tiroides del steaua
y mientras suena un tema de pink floyd me tomo un café a ciegas
de pronto, hasta a tu chófer le trato de excelencia
hasta a tu limpiabotas le dejo que me llame chaval
le digo que sí, bwana, a tu cuello de encaje
le diseño a tus pinzas del pelo vestidos de decenas de metros cuadrados de
escaparate
vengo en un suspiro cuando suena la campana de tu pereza…
como si fueras un pavo real, con bucarest desplegado a tus espaldas.
los hoteles guiñan, las damas chisporrotean, las piedras del pavimento se
gradúan en cibernética
los ministerios, los institutos, los puestos ambulantes respiran polvo dorado
de los cinematógrafos disueltos en el
aire
los ocasos más amarillos
 los crepúsculos más negros
 la muerte más estadística que impulsa sus bucles por
 los cimientos y los canales y el metro y la anemia y el estrés
 azul de las tiendas de radios, de televisores,
 de camionetas, radiocasetes, micrófonos, discos, cascos,
 enchufes, tomas mezcladas con la saliva de la nostalgia del
 color de las locomotoras de servicio paralizadas junto
 a los andenes de la estación obor
y hasta los pensionistas de las básculas de precisión
y todos los inválidos que venden ilustraciones en relieve y lotería
se han cansado de mí por tu risa pija, inquieta,
enemiga.
deja tu mundo olvidado,
extiende una capa de polvo sobre tu imperio brotado como un grano en el
rostro
bronceado de
nuestra
amistad,
declárame independiente,
que me las arregle yo con mis reservas de mandioca, batata y tapioca,
conviérteme en algo menos doloroso,
envuélveme con una florească más cálida,
parpadea como una chispa eléctrica y dobla la rodilla para que me pueda
poner por
fin en
marcha
mi negocio con dudas de colores
en aquellas noches que, según dicen, volverán
(era la época de las flores
era la estación del amor
era la década de la guerra nuclear
era el crimen perfecto de los diez bajitos del mañana
era alí-babá y los veinticuatro años
era tu pecho gris que pasaba con un decibelio pura sangre en la correa
era una llama de magnesio que abrazaba un petardo.)
te has convertido, mujer, en una gran potencia extranjera.
te has convertido en el gran amor de mis pulmones
mi lluvia te dobla los frutos, mi apartamento es tu caja de zapatos
a ti mi odio te manda cada día rosas y una nota,
a ti mi muerte te ilumina
el imperio bancario y discreto,
zaraza de goma.
..
..
..
juguete mecánico

este verano los árboles se habían vestido con hojas de oro
que caían crujiendo sobre el asfalto hinchado
este otoño las mujeres habían llevado pequineses de oro
accionados por un mecanismo complicado
el propio viento parpadeaba como ruedas dentadas transparentes
las mujeres tenían todas sentimientos
las casas eran de látex y tenían un balcón cuadrangular
todo era gangoso y hacía muecas estirando los pechos de chicle
todo dependía de las pequinesas desobedientes
accionadas por un mecanismo complicado.
–¡quiéreme, quiéreme!
–¡abrázame, abrázame!
este otoño tengo el miocardio de oro y todos los doctores llevan bata blanca
y el quirófano está hecho de un celofán que se arranca
–¡cuídame!
–¡estoy en el suelo!
mi vida fue dura, movida por una rueda dentada y una vara
paso a paso caminé por el asfalto curvado
–¡quiéreme, mujer!, y ella había gritado
accionada por un mecanismo complicado.
el propio viento limpió el cristal y la joya y la montura del reloj
escuchaba cómo las hojas de oro se golpeaban crujiendo de modo extraño
contra el asfalto
y cómo los pequineses con su poca vergüenza arañaban con uñas de
circonio
en el asfalto
y hasta los trolebuses se espantaron…
–¿por qué ya no quieres? ¿por qué nunca quisiste? ¿a qué viene tanta
tozudez?
¿por qué esta obstinación de decidir tú sola lo que deberíamos decidir los
dos?
¿por qué no me escribes? ¿por qué no me mandas una cinta grabada con tu
voz? ¿en qué
te has convertido? ¿qué les pasó a nuestros recuerdos comunes? ¿por
dónde andan nuestros amigos?
¿sobre qué colcha
deshaces tu cuerpo verdadero?
–¡quiéreme!
¡abrázame!
aguanta a mi lado
tira del otoño como de un chicle
mira cómo se deshilachan los vestidos en los escaparates
mira cómo las láminas de oro se cuartean en tus mejillas, en ti
mira: pasa un rayo por los bloques de ladrillos de rubíes
y pasa también el viento dentado
y caen también las hojas crujiendo sobre el asfalto hinchado
accionadas por una llavecita de oro, por resortes de oro
por volantes de oro, por palancas de oro
dando vueltas, retorciéndose, haciendo ruido
complicado,
complicado,
complicado…
..
..
..
poseías todo tipo de objetos eléctricos

tú estás hecha de otra pasta. tú me repugnas,
tú eres un monstruo, te tengo miedo.
tienes cosas que yo no tengo, tienes pechos, por ejemplo,
tienes mucha cara.
tienes un montón de faldas, tienes parientes con título universitario.
y ay dios, cómo te salpica el pelo hasta las corvas
como un camión de fructexport, fantasmal y blando
que pasara por dorobanţi.
y tienes caderas, y tienes ataques, tienes amantes…
tu inconsciente seguro que es tan enorme
que podría reducir él solo la diferencia entre el pueblo y la ciudad
y ponerle fin a la ola de violencia y pornografía
con solo un gesto, o con un ungüento.
no, si tú fueras un documental sobre las valencias de los elementos
químicos
y yo una tabla sobre el tejado de un silo
aun así no sería yo tan raro
en la realidad con ateneos, cabernets, coches
tiemblo cuando me tocas. se me hace raro escuchar tu voz por teléfono.
¿por qué tiene que existir un ser como tú?
¿y por qué ahora ya no existe?
bestia, pecosa, mujerzuela,
velo sobre mandíbulas de hojalata,
¡gansa!
..
..
..
amiga
por aquel entonces engordaste, amiga,
y solo a duras penas conseguías pasar por mi calle
por el cable del teléfono te deslizabas solo haciéndote mucho daño
y ya no podías ni nadar por las exclusas de mi nervio óptico
en otro tiempo eras ligera, amiga,
te deslizabas incluso por los agujeros de los botones de mi camisa
tu cadera era delgada, era rosa
era seguramente digna de una causa mejor, amiga.
qué felicidad era siquiera rozarte la piel florecida de tu pavimento
quitar siquiera el automático de la faldita plisada del garaje
temblando como una brújula derretida en tu calle
qué suerte era arrancarte la lencería del cuerpo que hasta incluso los
mosquitos borrachos
giraban por encima de un camión aparcado con las
ruedas de la izquierda en el atardecer
qué fortuna era penetrar por fin en el universo de ideas del sargento de la
esquina
emborrachándome de lujo, de calma, de voluptuosidad…
pero,
oh, nikakdá, habla un pajarito sobre ruedas
con la tabla colmada de sensaciones dentadas,
oh, nikakdá,
nikakdá…
una vez tuve una amiga que se resbalaba imparable por una vía
desde obor hasta sfântul gheorghe con un rizo delante de la zapatería
clujeana
y hasta la punta de sus pestañas emanaba un aroma grotesco de grasa de
motor y
lancôme
y cada cabello suyo llevaba detrás un espectro solar de muchos metros
por aquel entonces eras más móvil, amiga,
estabas a la vez en la televisión, en mi regazo y en mi pensamiento
por aquel entonces eras más pelirroja, amiga
tus caderas, todo cuanto se veía bajo tu camisa con ojos de hombre
iluminaban la avenida circului como una delicada bombilla
y más suave y más cubierta de terciopelo
que tus pechos era tu vida
tu vida única e indivisible
de ramera, de venus, de madonna, de sibila.
–fémina, mujer, ¿por entre los raíles de hierro eres todavía posible?
ah, nikakdá, habla un pajarito sobre ruedas
por encima de los edificios de papel de plata de colores
ah, nikakdá,
nikakdá…
y tu mirada era una ventana
por la cual se oía un silbido dorado: “sus mercedes… su excelencia”
ay, tu pecho era un batiscafo cuyas hélices giraban en el laberinto de tu
cama
y dentro los sabios sorprendidos observaban los dedos como una
nueva especie de
monstruo marino
ay, y tus ideas se te escapaban de los pechos como un torrente azul marino
llevándose por delante motores eléctricos, dispensarios,
maternidades, librerías, carreteras pavimentadas con altavoces
shops que giran alrededor del sol…
querría infectar como un virus tu imaginación.
una vez, amiga, tenía una amiga que hablaba
y también tenía una amiga que callaba
una amiga me cepillaba la ropa
una amiga me programaba
y escuchaba mis discursos exasperados, confusos
me protegía de los meteoritos, de los fantasmas me defendía
una vez mi amiga era mi amiga
a la que yo me…
pero
ah, nikakdá
ah, nikakdá, nikakdá, nikakdá, nikakdá…
..
..
..
se fue el amor…

del 80 al 81, miserable invierno
un vertedero de cafés, mecheros, “dire straits”, cenáculos, vasos
y por la noche un pantano de gominola dolorosa: caras, muslos y palabrería
y a veces una mirada lanzada por la ventana, hacia el tráfico que avanza
con
dificultad
por la
nieve.
pero ¡he aquí el sol! ¿nos ha comprendido por fin la primavera?
brillan las ventanas de la plaza de bucur obor y el bulevar colentina está
amarillo
el asfalto apesta más seductor que nunca a renacuajos, hay arcoíris en la
gasolina,
hay sardinas en aceite albanesas, y mujeres y alumnas
miran con desprecio el escaparate de menaje del hogar.
más arriba los árboles han tenido brotes en los patios
las señales de tráfico parecen ahora periódicos enrollados
como palomas de óxido. y el poderoso sol que ilumina
tanto las fábricas, como los castillos de agua, las escuelas, el cementerio…
–¿y yo? participo también de la alegría general.
y mira tú cómo: me bajé de la línea 109 una estación antes
y me fui andando sin rumbo sobre la hierba del borde de la calzada.
los autobasculantes, los vehículos TIR, los camiones zumbaban con sus
planchas
arriba y abajo, cargando tubos, sacos y hormigón
los tranvías se deslizaban como en sueños…
así que me senté en el bordillo y miré la hierba reluciente.
y mira tú, una abeja tirada en el polvo
el envoltorio de un caramelo de leche
un escarabajo con el caparazón reventado, que huye por un lado, cuánto
sucede
en la raíz de una brizna de hierba, trémulo
en la brisa de aire caliente que sopla por entre las ventanas de la fábrica de
alambre.
un cielo azul, sol, sombras enredadas, ruidos de tubo de escape
raíles dorados de tranvía, hierba verde, lombrices, escarabajos…
¿habría deseado algo más Tao o Boddhisattva?
La colina sube bien con sus andamios, casa, limusinas, su bulevar, ya no
quería a
nadie…
me levanté al final, porque unos querían aparcar su camión
me puse de pie y los miré
–¡métele fuerte!
dale, dale, dale, dale
un poco más... más, más, más, más, más, más…
¡así está bien! un poco más a la izquierda… ¡ya!
dale que va… más, más, un poco más…
¡ya estááá!
¡para!
ya está bien.
y el sol flotaba en lo alto del cielo.


RESENTIDOS Y CRÍTICOS: LA VERDAD NOS HARÁ LIBRES / Darío Ruiz Gómez

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RESENTIDOS  Y CRÍTICOS: LA VERDAD NOS HARÁ LIBRES

Darío Ruiz Gómez

Lo más sorprendente de habitar en la idea de la democracia es ser, casi que, inevitablemente, objeto de las más sorprendentes reacciones por parte de aquellas personas a quiénes creíamos se identificaban con la práctica de habitar en la democracia o sea en el respeto a las ideas ajenas, a los contrarios a nuestras opiniones, olvidando que cuando una sociedad se precipita en el abismo de la mediocridad moral es porque en sus diferentes grupos sociales se ha enquistado el terrible mal del resentimiento social. Y este enfermizo estado de alma suele dar paso a a esa grave patología que es el odio hacia los mejores, hacia aquellos que se destacan por encima de esa medianía, tal como lo señaló una y otra vez Luis Cernuda. El cainismo se expande  entonces  sin que ninguna fuerza pueda detenerlo como respuesta del inferior a la inteligencia. Nivelar por lo bajo es la consigna que se apoya en la defensa de la ignorancia y en señalar como peligroso a quien piensa con independencia bajo criterios propios. El marasmo de las llamadas clases cultas  se pone de presente  en estas encrucijadas  cuando no optan por el llamado necesario a la discusión, al debate sino condenando de antemano cualquier intención de reflexión racional. Al fin y al cabo lo más fácil consiste en – como no dejo de repetirlo- en condenar al otro sin juicio previo. Fíjense en esta curiosa frase de Gramsci:”La indiferencia es abulia, parasitismo, cobardía. Por eso odio los indiferentes” Gramsci es citado una y otra vez por nuestra parodia de intelectuales “orgánicos” sin que ninguno de ellos se haya tomado la tarea de adentrarse en la complejidad del pensamiento de quien llegó a decir que la verdad es revolucionaria pero para que esto suceda es necesario el análisis, la investigación en las fuentes, la voluntad  de pasar del resentimiento a la capacidad  intelectual de enfrentarse a la complejidad de los conflictos  que vive una sociedad, que padece un individuo determinado.

Cuando en los boletines de la Universidad leo  escandalizado los twits de muchos profesores difamando a quienes  no se han plegado a sus consignas, señalando  compulsivamente  desde posiciones maniqueas, “uribista”, “paramilitarista”, “fascista” a todo lo que se mueva alrededor, descubro  entonces la raíz de este desaforado cainismo: la incapacidad de contar con los criterios personales que sólo conceden  el rigor del estudio y de la investigación,  la nivelación por lo alto, la ejemplaridad, virtudes  indispensables para conceder argumentos de peso  al debate de ideas, de proyectos sobre la realidad nacional,  pues han olvidado  que precisamente   la abulia y la incapacidad de razonar , que devienen siempre en la “sobradez”  del dogmático de cafetería universitaria,  conducen siempre a precipitarse a lo que tanto temen, el fascismo. Y la ejemplaridad –esa actitud ética de   respaldar las posiciones  políticas con la  propia vida personal-  sólo se da con la presencia de textos teóricos, de investigaciones in situ,  que el obstáculo de la pereza, tal como lo  descubrimos hoy, les ha impedido mostrar en estos momentos cruciales del llamado Postconflicto. ¿Dónde está el país por el cual supuestamente discutimos?  “Ni mi verdad ni tu verdad, la verdad” para volver a Machado. P.D. Felices fiestas.  

Roma de Alfonso Cuarón / Víctor Bustamante

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Roma de Alfonso Cuarón

Víctor Bustamante

La actual beatitud cinematográfica ha llegado al paroxismo generalizado, ese que sorprende con la llegada de una, dizque obra maestra. Por supuesto, esos ademanes de poca pesquisa cinematográfica, matizada de sahumerios y, oh, vaya, mostrar lo que somos, en estos días de final de año, sin ninguna acritud ni deseos críticos sino de una bonhomía total. A lo mejor seducidos por que otra vez una película latinoamericana, mejor una telenovela casera, llega a la servidumbre de optar por el Óscar.

De ahí que, cada vez más el término, obra maestra, se deteriora, cada que lo utilizan algunos llamados críticos tan despistados con respecto a este arte, o, aún más, sin conocimiento de lo que es la exégesis del cine, lo cual lleva a que muchos coincidan en esa  carrera sin obstáculos de presentar esa película en pequeños festivales de cine, donde adquieran renombre, a través de premios, crónicas, rechazos, escándalos, para seguir escalando a lo que algunos piensan que es lo más alto, es decir, ganar más premios, cuando ya sabemos que si hablamos de arte en realidad es otra cosa, no esa publicidad timorata, latente a veces llena de un ruido exterminador. Ese camino ya lo conocemos. Cada año la industria, como la denominan las stars,  se vuelve experta en crear ese batiburrillo de expectativas en pos de la llamada gran obra de cine, que luego de obtener premios y reconocimientos, comienza a  palidecer, a desinflarse de una vez, volviendo a su único lugar, usanza ya prevista en el mundo del márquetin, caer de ese árbol diario de noticias donde la ha situado ese camino de los polígonos de los diarios, las notas de la tele, que palidecen otra vez hasta convertirse en pura hojarasca, simpleza, y esa sensación sin aire, de siempre, hemos sido engañados de nuevo hasta el próximo año cuando la industria cinematográfica reactive las mismas circunstancias y creen de nuevo falsas expectativas para que su aparato publicitario imponga la película elegida a cualquier precio y con cualquier cosa, iba a decir película pero dejémoslo así. Hasta ahí no me alcanzan los términos. De ahí que los fake news merodeen entre nosotros sin haberlos visto.

Todo lo anterior para referirme a Roma de Alfonso Cuarón, (2018), pero antes miremos las tonterías que dice uno que pensé que era un crítico equilibrado, serio, Carlos Boyero de El País, “La cámara de Cuarón —manejada por él mismo— crea un efecto hipnótico desde el primer plano hasta el último. Utiliza un primoroso lenguaje visual para hablar de eso tan simple y tan complejo, tan alegre y tan amenazador, tan luminoso y tan sombrío, tan cotidiano y tan excepcional, tan apacible y tan violento, tan tierno y tan cruel que definimos como vida”. Boyero me deja estupefacto con lo que él define “Efecto hipnótico”, no sé en realidad hasta donde le alcanza esa suerte de arrobamiento, pero Boyero que no es un voyeur, se baja de su torre de celuloide, para evadir otros tópicos del film y luego sumirse en un largo silencio.

El Mundo refiere al nacimiento de una estrella, de Yalitza Aparicio, y le da un tono de mentira total: “Esta cinta de tintes autobiográficos ha colocado a Yalitza de forma fulgurante entre las estrellas de Hollywood, que han quedado perplejas ante la inmensidad de un papel interpretado por una actriz que a priori, no era profesional. Emma Stone o Hugh Jackman son algunos de los actores que han querido conocerla y fotografiarse con ella.”

“¿La inmensidad de un papel?”, hasta donde un medio tan específico y de tanto peso añade eso de la inmensidad. No sé si quien escribe vio la película, o si a lo mejor se la contaron, porque de inmensidad no tiene nada. Es más, si en algo falla esta película es en esa falsa de inmensidad de su actriz, que no le imprime ningún tipo de carácter a su actuación, solo repite las palabras del guion y prosigue en lo que es ya otro lugar común y sin letargo, una actriz de las llamadas naturales a las cuales su director no le exigió una llama de vida, un soplo creativo, sino la mansedumbre total de su inexperiencia. De ahí que cada escena donde Cloe intervenga no se nota, pasa sin ningún riesgo ni atrevimiento, sin ninguna exigencia de parte de su director. La pasividad total la subsume en ese mundo donde solo sabemos de ella que trabaja en una casa con una familia normal, con una esposa algo aletargada, algo ida, ausente y eso sí pésima conductora.

Arturo Aguilar nunca un águila con su ojo nunca clínico señala: "Quitándonos cualquier nacionalismo o subjetividad mal entendida, la película de Cuarón tiene elementos suficientes para sostenerse como la mejor del año. Su economía del lenguaje cinematográfico es extraordinaria".  Aguilar, lejos de su nido tampoco, devela nada, sino lo blando, lo de la economía del lenguaje que es otra de las frases del cajón de algunos cinéfilos despistados, que no abordan el cine con una dignidad diferente con una complacencia instantánea y de una autosatisfacción nunca memorable.

En Letras libres una chica añade que el paisaje, mejor el pasaje, cuando Cloe ya convertida en mártir por el batiburrillo adolescente, a la entrada al hospital, es señalado como el momento cenital de este film debido a la falta de asistencia médica por ser ella, Cloe, de escasos recursos. Por supuesto que la autora es lo que podríamos llamar una autentica feminista, eso sí muy radical, y de pelo en pecho, pero pésima reseñadora, donde su ensayo y las circunstancias de ese momento que analiza se pierden en el aire de sus conceptos despabilados y en las cifras.

Estas son las señales y señitas que dicen los diarios, algunos críticos, mejor apostilleros desaprensivos, y las notas de los diarios escritas de afán, de relleno, como tantas cosas en este cyber universo de la manada sin criterio donde no se dice nada y se habla de todo.

Pero hablemos de la película, de Roma. Si tiene algo para valorarla es que Cleo, haya sido interpretada por lo que llaman como gran descubrimiento, actores naturales, término ya sacado de la misma gaveta mental de quienes lo afirman, y, es debido, a ese mismo carácter de natural, que esa actuación pasa a través de la película de una manera desangelada, sin imprimirle carácter, sin un momento en que uno la vaya a tener presente, como una gran actuación, o en el menor de los casos, pasable, a pesar de  Cuarón, cámara en mano, que posee el poder de enfocar las luces en sus protagonistas, y, por supuesto, darle más reconocimiento, a esa pálida actuación apenada y sin gloria. Ya sabemos que el imperio del cine crea sus verdades, y sus postverdades. En ese universo de fantasía, hasta las verdaderas y las flacas actuaciones son mentira. A Cloe, que parece un maniquí, sin carácter ni dignidad no se le escucha una mala palabra, no le da rabia, no hace reclamos, su imagen se construye en una sola dirección: que ella sea impoluta, sacrosanta, que sea engañada  por un machito, amor ocasional, y hasta que salve los niños, heroína domesticada, donde, a lo mejor, Cuarón se lo agradece después de las advertencias de su madre, para que no se internen en el bravo y proceloso mar. De tal manera sacrificio, lealtad, es decir, sumisión y honradez dentro de la pobreza mental, con ese desparpajo y en ese silencio y beatitud, sirven para crear una Cloe de una pasividad total, con tanta masilla en su rostro pétreo que su actuación pasa deslucida, sin carácter, y no es para menos: su actuación no se nota. Su rostro es el mismo, inexpresivo, que uno ve en esos rostros de estatuas mixtecas, sin contundencia. Vacíos.

Por aquí sí encuentro una luz al final del cine. Es Gardeazábal, metódico y categórico, sin  pelos en la lengua ni en las manos:

“Lenta, lentísima. Aburridora y sin gracia, tratando de retratar el afecto por la mucama  desde los mismos repetidos espacios, se le pasa el tiempo sin que uno se interese. Se gasta minutos y minutos dejando chorrear el agua mientras la empleada del servicio, (epicentro de la película),lava y lava lo que después descubrimos que no es el patio interior de la casona de la colonia Roma en el DF mexicano sino el estrecho garaje donde el señor de la casa se gasta otro pocononón de minutos tratando de meter un carro anchísimo  de comienzos de 1970.También se gasta largos minutos para mostrarnos al karateka totalmente desnudo mostrando su colgandeja y su presunta habilidad para manejar el bambú pero no haciendo el amor con la mucama y  cuando  saca la película  de la casona y la lleva a clínica o al mar, se vuelve tan sensiblera como una película de María Félix. Véanla. No exagero”
Además, Cuarón todo un cuate, es todo un moralista, no deja hacer el amor a Cloe para no irritar su recuerdo y su amor maternal a aquella que sacrificó su vida en la sombra y en el mar en pos de su cuidado, nunca de su educación sentimental. De ahí que respete esa presencia extra familiar como si fuera su madre misma, como en realidad parece que lo fue su madre sustituta, a quien le dedica este pesado y aburrido film, donde los actores campean sin ningún rigor, sueltos,  y sin cautivarnos, bajo una mirada de los años 70, banal, llena de simplezas. Eso sí Fermín el amante de las artes marciales, desnudo, realiza frente a ella, a Cloe, diversas fintas, y florituras, pases, a lo mejor mágicos con su vara de bambú, gritos de lucha, que recuerdan los gestos de algunas aves, pájaros de verdad, para cautivar a la pareja elegida en esos escarceos de verano y calentura, que más parece un juego de esa vanidad de pasarela que una aproximación a ese claro objeto del deseo, su presa, Cloe, que vestida en la cama lo mira perpleja, a lo mejor pensando que esa vara de un bambú rígido la traspasara mientras el Fermín en su San Fermín chicanea y, es entonces, que llega un fundido y de esa manera simbólica, sin la estocada final, Cloe queda embarazada y lastimeramente sola, convirtiéndose en la secuencia más charra de una película sin charros donde ese momento erótico es narrado bajo una simbología, nunca de los 70, con su amor libre y descarnado sino a punta de florituras orientales, eso sí sin palomas que anuncien la llegada del primogénito.

Algo si tiene de valioso la película, la mucama o sirvienta, no la realiza una modelo despampanante y de plástico como se acostumbra en muchas telenovelas mexicanas, sino una chica de origen mixteca, como en realidad ocurre, pero tampoco con ese romanticismo de la pobreza.

A Roma le falta algo desde el comienzo, el intermedio y hasta el fin, ese algo que no se adquiere de la noche a la mañana sino con la pasión que se merece con el cine: poesía, es decir, ese toque, ya sea en la actuación o en la fotografía, o en los elementos ocultos, o en los diálogos, en la narración misma, algo que conmueva desde un comienzo o que muchas veces resurge de una manera despiadada a través del desarrollo de la película. El resto es puro márquetin adherido al cine como uno de esos caminos centrales de Hollywood Netflix que arrasan con el tema que sea.




John Harold Dávila en El Ateneo Porfirio Barba Jacob / 2018

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John Harold Dávila en El Ateneo Porfirio Barba Jacob / 2018

Víctor Bustamante

La diferencia entre la mayoría de los cantantes de la ciudad y del país con Harold Dávila es muchísima, años luz. Mientras los que están al frente de la tribuna repiten las mismas cancioncitas tópicas de amor con diferente empaque a la tribu, a la manada, al rebaño, y son considerados stars, eso sí sin fuste, pura risa y melocotón, con unas letras pueriles de canciones que parecen escritas para adolescentes adocenados con la profundidad del mismo chicle que mastican hace años, con una falta de rectitud crasa, prevista en las páginas de farándula de los medios, que piensan que ahí exhiben lo que resume a y resuma la canción en el país de las contradicciones, cuando en realidad solo exhiben ese circo pobre y mediático que es lo que le tiran a esa multitud bañada e impregnada con el sonsonete de un erotismo de risa que lo iguala en el otro extremo a la música campesina, guasca pero con otro empaque. Pero olvidaba que estamos en la Medellín del entreteniendo, en el país del entretenimiento, en el país donde el presidente parece que toca guitarra y piensa que canta. Es decir, el país donde el concepto de democracia y de respeto a las personas puede considerar otra “instalación” más, así como el llamado post conflicto ya que la ciudad y el país continúa igual que antes, así se maquilen las primeras páginas de los diarios. Por eso ese ambiente de la canción en el país con el éxito intelectual  del tamaño de un bonzai, mucha peluquería barata y poco contenido.

Por esa razón a una ciudad como Medellín. Me refiero a la Medellín de la autoestima comprada con los eslóganes y el reconocimiento exterior y de la invasión de turista y de la mala fama, posee en su interior a una persona, a un compositor y a un cantante que dice lo que en realidad somos: una ciudad enferma, un país enfermo al que se sucede en los titulares más graves y  a otro titular que borra una pésima noticia, lo sigue otra aun peor en este espiral de iniquidades, por esa razón cantar en el circo de los likes y con las letras para niños que es casi toda la música en el país, es grato saber que Harold Dávila está ahí al frente, por eso lo considero un compañero de viaje, pero no de turismo sino como el cantante de mas relevancia y pero en el país de quien sabemos que posee la inteligencia y el lomo duro para contarnos y cantarnos lo que somos: el país de las mentiras que comienzan desde arriba y ha permeado todo el cuerpo social, enfermo, nauseabundo y cubierto con los falsos prestigios y las compradas aureolas mientras el país se desangra.

La música de Harold es un oasis en medio de la nada, en ese desierto de una esterilidad terrible donde muchos artistas y poetas de medio pelo van en pos de lo que ellos llaman la consagración, como un espejismo de color negro que cuando sabemos que eso se  consigue algo, no deja de ser un tarareo intrascendente y pegajoso, para dormir tranquilos. De ahí que las canciones de Harold nos inquietan nos llenen de rabia, nos llamen la atención porque el sabemos que cuando dice algo es porque es necesario decirlo, no merodear por ahí con metáforas de soslayo o anestesias de momento; no, sus canciones son contundentes expresan el momento de lo que somos.

Harold no está solo, de ninguna manera en su evento del 10 de diciembre en memoria de los desaparecidos, donde han participado personas valiosas de la comuna 13, él les dice que no están solo, que los acompaña pero no en la distancia sino con su ineludible presencia de su ser, impreso en sus canciones. Cada una de sus canciones que es un reclamo, que es nunca un giro para disimular sino una presencia, una estación de donde miramos como es necesario mantener ese carácter solidario como el lo hace, como el persiste para soñar al menos una ciudad mejor, un país más certero y más cercano en su tolerancia y en su solidaridad.

Harold, este día, nos ha recordado que las canciones no pueden convertirse en lo que muchos consideran una necesaria y pegajosa con la banalidad posible; no, él es de otra piel, de una cerviz dura, latente, crítica, pero llena de la poesía del reclamo, de la poesía de ese país desolado, de esa ciudad sin norte que se refugia en las montañas, en las cañadas en las calles, esa ciudad que sueña desde otras opciones, por esa razón Harold la recobra y la canta nos dice ahí estamos en su valentía, en su poesía.

Este 31 de diciembre huyendo a las lágrimas del final de año y a los escribas de los calendarios y del ajetreo de las consolaciones debido al cúmulo personal, escucho “Humeante el café”, su voz, la de Harold Dávila, entrega esta letra memorable debido a la cotidianidad en la que es buscada en su efímero incumplimiento. William le da toda su persistencia a la batería. Pausado, David deletrea las teclas del piano.  El bajista, Usuga, lento y preciso marca el ritmo de esta balada, mientras Carlos con sus dedos le arranca a la guitarra diversas sonoridades para que sus cuerdas se arrimen al blues.

Cierto, Harold Dávila le canta a lo relegado a lo que pocos miran, descubre en los sótanos de la intolerancia y de la poca solidaridad, ese país escondido allí en esos lugares sombríos, por esa razón su voz, sus canciones, nos sobresaltan. Además es un músico libre que no tiene que lidiar con la presión de las disqueras y sus motivaciones recreacionales. Así Harold Dávila.





sobredosis para el 2019 / víctor bustamante

SIN CRÍTICA / Darío Ruiz Gómez

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SIN CRÍTICA

Darío Ruiz Gómez

¿Qué sucede en una sociedad donde la crítica no existe? Que la obra se produce pero no ocupa el lugar que proyectan sus distintas insinuaciones, de manera que el asedio de la ignorancia – y la publicidad propaga la mayor de las ignorancias- termina por abandonarla en la indiferencia cultural. ¿Existe algún trabajo literario donde se muestre lo que supuso el interregno de los años 50 en Medellín cuando la sociedad pasó a ser gobernada por los comerciantes y las obras de la generación de Carrasquilla, Efe, Sanín Cano, de Greiff, Fernando González entran deliberadamente en el olvido oficial y aquella o aquel que escribe son mirados con desprecio? ¿Quién se ha dado cuenta que Carrasquilla sigue y seguirá aquí en medio de nosotros sin que nadie lo escuche? ¿Quién se ha dado cuenta de que Sanín Cano debió marcharse para que no lo anulase nuestra agresiva ignorancia de la literatura? ¿No continúa solo Fernando González? León de Greiff tuvo el arresto de contar con un arma mortífera como su ironía para burlarse de una sociedad de mercachifles. De Barba trajeron sus cenizas, de las cenizas de Uribe Piedraíta nada se sabe. Es conocida la expresión “hombres póstumos con que Cacciari denominó en la Viena soporífera “fin du siècle” aquella muerte en vida que debieron enfrentar Otto Wagner, Adolf Loos, Freud, Schnitzlers, Musil, Roth a quienes nunca se les brindó reconocimiento y fueron agredidos con esa oscura tenacidad propia de la imbecilidad generalizada de los adoradores del becerro de oro. ¿No se hizo lo mismo con Thomas Bernhard y se hace hoy con Peter Handke permanentes desterrados? La obtusidad es característica de ese conformismo donde el sentimiento religioso o populista se confunde con los trasfondos de la más azarosa noche de los puñales de una sociedad que por odio a la inteligencia ha sido capaz de justificar las peores irracionalidades políticas, levantar fácilmente el brazo o apretar el puño para saludar al tirano de turno. De esa indolencia social se deriva fácilmente el eludir la responsabilidad que supone lograr una tarea crítica sin caer en la injuria y la malevolencia, en el chiste malsano, respuestas propias de grupúsculos de intelectuales municipales que rehúyen el diálogo inteligente para caer en las bromas pesadas, en los exabruptos de la patota. ¿Quién ha estudiado la obra de Gonzalo Cadavid, de Rocío Vélez, Olga Elena Mattei, Dolly Mejía, de María Helena Uribe en sus planteamientos narrativos donde se evidencia una concepción del ser completamente diferente a la del neocostumbrismo? ¿A qué se dedican entonces, como preguntaría Saúl Bellow, los cientos de profesores de literatura? O han llegado a confundir la vida intelectual con el lumpen de la llamada vida bohemia en Medellín ¿Cómo a un escritor bajo la impía consideración de que es un escritor “reaccionario” se le trata de aislar? Todavía el estajanovismo impuesto por algunos camaradas disfrazados de teóricos de la revolución ha logrado colonizar el cerebro de escritores y de profesores predispuestos a aceptar el lema de que “solamente lo nacional debe contar” eliminando de este modo el conocimiento de la literatura universal y la necesaria cotejación con sus obras canónicas. Agreguemos a esto el fenómeno del marketing fabricando escritores comerciales que son aceptados de inmediato ya que no existe una crítica que sirva de cedazo. De manera que entre el maniqueísmo impuesto por los activistas políticos y los modelos del marketing impuestos por la industria editorial debemos agregar esos subproductos nacidos de los talleres literarios repletos de desocupados, de ciertos negligentes diplomados universitarios y que hoy en esta ciudad se han convertido en un verdadero ejército de amateurs, de escritores de fin de semana en las sombras.

¿Dónde está el espacio crítico que debe acompañar toda propuesta narrativa, todo espacio cultural que debe crearse para cotejarse con las obras que han establecido un diálogo que nuestro provincianismo exacerbado ha impedido? Por no referirme en extenso a la parálisis creadora que en las almas tibias causa la soporífera vida académica donde el pensamiento vive marginado por los fabricantes de monografías o consideran, como cierta profesora, que la literatura es una  “ciencia exacta”. Enseñar filosofía es algo muy distinto a ser filósofo. Todo esto que podría ser tomado como los bostezos y las flatulencias de nuestro tedio provinciano no lo es porque como en muchas ocasiones con relativa sorpresa nos hemos dado cuenta que la barbarie ha sido  implícitamente aprobada con el silencio de mediocres profesores bajo la farisea justificación de responder a una causa histórica. De manera que la mediocridad brota en nuestro caso de la ausencia deliberada de los raseros estéticos que abren vía a la crítica para no seguirnos creyendo que leer literatura extranjera es “perder nuestra identidad”. Es ese fenómeno tan español del ombliguismo o sea de permanecer mirándonos la barriga insensibles frente a todo lo que suceda en el mundo y que como decía Marta Traba hace que en todo momento siga rugiendo en nuestra realidad cultural, el provincianismo más desaforado.

Poemas de Paula Guarín

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Poemas de Paula Guarín


La sombra.

Era una sombra extraña
tejida desde el suelo,
hecha con el filo de la aurora y de la noche,
adornada con tormentos que la hicieron más pura,
elegida por la lluvia nació danzando la sombra,
urgida de perfumes voraces y sedientos.
Así iba ella con su rostro atestado de rocío,
multiplicada en la hierba, apartada de las cosas,
era apenas un engendro incubado en la fatiga,
el negativo de una chispa que se negó a ser lumbre.
…..


Costuras

Esto que yo siento es más grave que una aguja,
más grave que olvidar las letras de una cosa,
más terrible que señalar un sitio que se mueve,
más horrendo que ahogarse en una gota de sombra.
Esto que yo siento desafía los adverbios,
se multiplica irresponsable, se prorroga sin pausa,
se percibe suave, jugoso, inexplicable.
Esto que yo siento va de viaje a todos los lugares,
se augura feroz, pasmoso, permanente.
Una aguja que olvida sus letras,
un sitio que se ahoga en su sombra,
un adverbio sin pausa en cualquier un predicado,
una puntada suave, jugosa, grave, gravísima.
….

Herejía

“Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible e invisible”
No quiero esta cruz inmaculada
ni este corazón de más en el costado,
ni los labios irritados de luz y de belleza,
ni mis jardines de humo que florecen ante el fuego
 (…) un cuerpo olvidado por el color de las cosas.
 “dentro de tus llagas escóndeme,
no permitas que me separe de ti,
del enemigo malo defiéndeme,
a la hora mi muerte llámame,
mándame ir a ti, colócame junto a ti.”
Recuérdame que sangro aunque sea entre las costuras.
Impídeme cortar el hondo relato de mis muslos,
Sálvame y si no puedes… embriágame.
Como un pecado reciente, lávame.
Empújame contra ti, interrumpe el rito,
este solemne y humillado gesto de pureza,
muerde, hunde, quema, despedaza,
mi piel, dásela a cualquier desesperado.
Como a los otros vivos en el purgatorio confórtame,
“a la hora mi muerte llámame,
mándame ir a ti, colócame junto a ti.”
Para que cada noche los gemidos te alaben,
Por los siglos de los siglos.
Amèn.
---

Suplicios.

Arráncame este idioma tan sesgado,
quítalo de mí con muchas púas,
impídele mentir con látigos y sombras,
tortúralo con rabia hasta que pierda el sentido,
hasta que le salgan venas, voz, malicia.
Ninguna frase debería salvarlo,
porque no hay belleza en él (que no te engañe)
Aplícale suplicios que sean impronunciables,
destruye su sintaxis, mutílale el fonema,
- Ojalá el más protuberante -
prométele la vida mientras lo llevas a rastras.
Es un hijo mío adorado por las cosas,
sembrado en mí a la fuerza para obligarme a hablar.
Quítalo de mí con muchas púas,
con atroces silencios, hazle trampa.
Porque no hay belleza en esto que repito,
porque cuando hablo se me sale el alma.
….


Arrullos

Ser cualquier hambre,
dormir sin meter las manos en el sueño.
Saberse ajeno a los pecados terribles,
al exquisito pesar del gusto inacabado,
doblarse sin pudor como un abismo ciego,
sin sospechar el ángulo mortal que depara la caída.
Cicatrices que se cuecen a oscuras,
huérfanas de heridas,
cercadas por el miedo de no haber sido carne,
espantadas de sanar antes de ser sufridas
o aliviadas.

Caprichos

Abajo en la tierra el cielo me sepulta,
me priva de la noche y su canción implacable,
me espantan las alas que recién me nacían,
me despoja del viento que me arrullaba las ansias.
Este cielo mío se empeña en ser mi tumba,
se regodea con cinismo de ser interminable.
Antes yo sabía nombrar todas las muertes,
las decía despacio como si fueran cifras,
las invitaba a mi casa y las miraba bailar.
Ahora nada es sombra, la luz me irrita las ideas...
y abajo en la tierra el cielo me sepulta
porque me sabe estrella,
pero enemiga del sol.
….


Escalofrío

Voy a darte este silencio,
este silencio donde nacen las noches y los gritos. 
Te daré también mis pies pequeños,
mis ojos sucios de mirar con sorna los abrazos.
Tú has de quedarte, terco, voluptuoso,
con los labios podridos de ternura,
con los dedos temblorosos de tocar tantos asuntos.
Cada ruido encontrará espacio en nuestra sombra.
Seremos pasos breves, puentes plegadizos,
voces agotadas de vivir en los rincones,
sangre atribulada creciendo en las espinas.
Voy a darte estas alas que se queman presurosas,
estas ganas lastimadas de morder el vacío.
Ven a mis horas.
No preguntes.
Deja que nazca la noche con sus gritos.
….


El ruego.

Vámonos antes de que venga el futuro
y nos mire sentado con el ceño fruncido.
Insúltame, desnúdame, compárteme,
hazme objeto tuyo como un libro nuevo.
No me espantes con promesas insulsas,
tú bien sabes que no tengo paciencia
ni siento compasión por las cosas sin alma.
No intentes arrastrar mi belleza a tu horizonte,
sobre todo, porque tiene jardines,
comida caliente, rutinas implacables
y para desgracia tuya no soy ama de casa.
Úsame, muérdeme, conversa conmigo...
pero por Dios Santo, no me traigas anillos,
sin duda entiendes cuanto temo a las jaulas.
….


Viernes

Te pareces al jardín que brota de tu boca,
tu cuerpo es pasto fresco,
terrones de sol mojados por la lluvia.
Eres como un miedo recién inventado,
mariposas en los ojos, en la piel,
café dulce en las mañanas.
Déjame guardarte como música nueva,
enséñame a llevarte entre mis simples asuntos.
Sígueme mirando así, sin intenciones,
sin saber nunca que decirme...
brevemente aterrado por mi voz y mis ideas.
Te pareces al jardín que brota de tu boca,
a todo lo exquisito que pueda caber en nuestras manos.
Hueles a libros, a silencio,
a tu nombre que habita y se deshace en mis horas.
…..


Mandrágora

Sentida como brisa, mordida como pan,
crujidos macilentos ignorantes del sol.
Al otro lado del bosque gime una semilla,
y las hojas la oyen con sus ojos enormes.
manos que se creen bocas la germinan,
la ven hundirse plácida en su tumba de musgo.
Afuera el cielo comiéndose las horas,
el pasto amargo cantando amaneceres,
Silencio... cuerdo y plano silencio,
lazos de lluvia ahorcando  la mañana,
espejismos hambrientos de noche y de locura,
crepitar indecente de los frutos contra el piso,
mujer de trigo y barro condenada a la piel.
Palabras que lloran porque las escribo,
un tallo de ideas al que agobian las púas...
Yo, sentida como brisa, mordida como pan,
famélica, indulgente, casi presta a morir.
….


La indeseable

Yo sufría de un temor incurable,
temor de mi boca siempre llena de ideas,
temor mi lengua comprobando palabras.
Yo era un diminutivo que parecía un nombre,
miradas dulces como cruces, largas como ejemplos,
suturas intangibles pero sensibles al tacto.
Yo era encanto y era risa, papel suave,
memoria predecible, ridícula añoranza...
Era tanta la piel que me sobraba cada día,
que la tela evitaba pasarme entre los muslos.
Yo me sabía etérea, diluida, infranqueable,
una herida veloz que no dolía en nadie.
La carne se acumula y se muere de fe,
yo no tengo fe (ni estallo, ni me quejo)
porque si la tuviera sería más indeseable.


Ensayos inútiles sobre Historia Urbana de Medellín de Luis Fernando González (Ediciones UNAULA, 2018). / Víctor Bustamante

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Ensayos inútilessobre Historia Urbana de Medellín 
de Luis Fernando González 

(Ediciones UNAULA, 2018).

Víctor Bustamante

Medellín  visitada, revisitada, cuestionada, olvidada, avasallada, destruida palmo a palmo. Medellín definida desde eslóganes, frases ideadas, fantasiosas, luego olvidadas y reemplazadas por otras con la llegada y la posterior llaga, impronta menesterosa, dejada por sus nuevos administradores y su ejército de ideólogos y asesores; de los asesores que piensan que con ellos se funda de nuevo la ciudad. Medellín, poetizada, reescrita, pero cosificada como una marca. Medellín buscada en cada fachada, en cada cornisa destruida, en cada calle ampliada, en cada edificio arruinado. Medellín, la ciudad caminada por los diversos caminantes que la buscan en sus rincones y calles, en los balcones olvidados de Prado, en los palacetes destruidos de Aranjuez y en las casonas solariegas, demolidas de Buenos Aires, en las fachadas ocultadas por los avisos comerciales del Centro. En fin, Medellín siempre escrita y reescrita tantas veces, debido a que los intereses y la falta de sentido crítico de sus administradores la devora. Medellín, solo inscrita en su historia, en fotografías, donde permanece inmutable, a veces, pero siempre variable, siempre destruida, de una manera lenta, despiadada. Pero en fin ahí la ciudad que se define cada que la caminamos.

Todo ese proemio para referirme a un texto de Luis Fernando González, Ensayos inútilessobre  Historia Urbana de Medellín (Ediciones UNAULA, 2018). Y es que desde su mismo título esa palabra “inútil” causa escozor, debido a que su autor nos lleva por diversas reflexiones sobre algunos momentos donde hay tanta claridad y tanta lucidez para demostrar que por mucho que se reflexione, se planifique, se piense, se investigue, no pasan de ser esas buenas intenciones, dadas en las entrevistas por funcionarios impúdicos y codiciosos, algunos con lo que llaman, los pendientes, con lenguaje escolar. Por esa razón los planes de desarrollo de la ciudad se quedan de donde nunca debieron haber salido, en el olvido de los anaqueles de esa misma mentalidad de funcionarios llenos de mentiras, nunca de indagaciones serias; eso sí y de más pendientes. Cuántas veces ha sido diagnosticado, por ejemplo, el Centro de Medellín, cuántas veces se ha estudiado, precisado, mirado pero también arrumado esos diagnósticos en los folios correspondientes cuando llega una nueva administración con su ejército de ejecutivos que piensan refundar la ciudad, sin conocerla, desde otros puntos de vista. Para muestra la indecencia de un alcalde que entra a Versalles a tomarse un tinto, protegido por veinte guardaespaldas, ilusos como él,  y dice que no sabía de ese lugar ya con sesenta años de permanencia en el Centro. Esto da la medida de algo ya común, la mayoría de los funcionarios públicos no saben en qué ciudad viven; no la caminan, no la conocen. Viven en otro lugar detrás de las fachadas pretenciosas de El Poblado y en las cabinas de vidrios polarizados de sus autos con el pesado engranaje de su blindaje, así como ellos en su insensibilidad.

Por ahí hablan de la Teoría del caos. Me explico, la Teoría del caos señala que el resultado de algo depende de distintas variables que es imposible de predecir. Por ejemplo, si colocamos un huevo en la cúspide de una pirámide no sabremos hacia dónde caerá. Exactamente así ocurre en la ciudad, se piensa en realizar una obra, se hacen muchísimas reuniones, cuando medio se concreta algo y ya hay planos, alguien pide un cambio, otros piden otro cambio de acuerdo a sus intereses, después el presupuesto no alcanza, después este presupuesto obliga a que otros planes sociales se queden sin dinero, pero algo es cierto, la obra sale, eso sí con planos diferentes, con variaciones; estos son los llamados ajustes o el otro sí. Para muestra no un botón sino varios: el Metro y el tranvía a Buenos Aires, la destrucción del Pasaje Sucre, las pirámides y las bibliotecas, uno de los puentes del Poblado con uso tergiversado, las plantas de saneamiento del río Medellín, el caso peculiar de la Biblioteca Pública Piloto.

Pero mejor sigamos con el libro de Luis Fernando, en el primer ensayo: “Trasformación del centro de la ciudad: ¿de cuál centro hablamos?, hay una minuciosa descripción de las políticas administrativas con respecto a la ciudad inicial que luego se convertiría en descuido al expandirse con sus tentáculos hacia las montañas y al resto del valle, olvidando el Centro de Medellín. Una de esas políticas es la visión higienista para sanear la ciudad pero también para urbanizarla en detrimento de algunos grupos sociales, donde era prioritaria la ampliación de calles. Luego llegaría el concepto de valorización que, detrás de su propaganda minuciosa con el llamado progreso, arrasaría a la ciudad, y no solo eso, continuaría con el desalojo de muchas familias, debido al alto valor de este concepto; calles y avenidas erigidas, para que el cemento plantara su huella de la mano de los especuladores inmobiliarios. Legislaciones anodinas cuya letra menuda se reinterpreta, con sus huecos negros, para poder filtrarse el negocio de los constructores sin amor a la ciudad, para ir desguazándola a la luz plena del día y con el respaldo de normas mal hechas. La palabra desguazar, sinónimo de los negocios turbios de autos detrás de La Alpujarra, en La Bayadera, tiene su concomitancia con lo que realizan los responsables de la ciudad. Es más, un curador de nombradía, entre ellos mismos me refiero, entre los teóricos y ejecutores de los desguazadores oficiales, en clase, a sus alumnos universitarios enseña como burlar esa normatividad. Por esa razón el Plan Piloto de 1950,  el Plan Director del 59 las diversas versiones del POT, del PEPP traen escondidas en su normatividad maneras para burlarlas por los constructores y urbanizadores y por los mismos que las promulgan. Es decir, quedamos desde siempre en un desequilibro con los que no quieren que el Centro se destruya. O sea, a una cultura de normatividad sin peso, sigue una simulación de creer que conservar la ciudad inicial, el Centro, es dar premiecillos y conferencias como consolación y caminadas para saciar las preguntas de los patrimonialistas. 

El texto sobre Ayacucho es una reflexión dura, lúcida, esmerada, para llenarse uno de preguntas, ante tales hitos tan sucios para destruir lugares valiosos y seguir con lo que su autor dice que Medellín se ve siempre nueva, eso sí, y sin memoria, que es lo que le da lustre a una ciudad. Y de algo que es necesario hablar, así sigan las frases de esa civilidad de pandereta del Metro hacia Medellín, mientras a su paso arrasa con el paisaje desde su construcción hasta la variación de la construcción del tranvía que iría por otro lugar.

Hay un texto, de alguna manera esperanzador: “El espacio público en el centro de Medellín”, que ha cambiado de una manera perceptible en sus manifestaciones, así como ocurre algo que percibimos, las personas se aglutinan y disfrutan otros espacios, con cierta estolidez, muchas veces, como si esa ciudad “nueva” no tuviera lo que le da peso y amor: su historia. Pero sobre todo teniendo en cuenta que el Centro se convirtió en el lugar neutro, para comerciantes.

Los otros ensayos se articulan entre sí, y escritos desde hace años, son reflexiones en caliente, sobre la ciudad, sobre ese Medellín que transitamos, que poetizamos, que tenemos presente, pero de una manera dura, perenne; siempre esa ciudad llena de desalojos y vacíos en ese proceso de gentrificación que pasa frente a nosotros. Pero que Luis Fernando de la mano de la reflexión y la certeza en sus investigaciones desglosa desde diversos puntos de vista en esa ciudad que varía, ese Centro que exige nuevas políticas y definiciones de peso, no la simulación de políticas poco concretas, es decir, dejar el Centro siempre al desgaire.






Darío Ruiz Gómez / Cuentos

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Darío Ruiz Gómez

Seis cuentos de Madrid, Universidad de Antioquia, 2017.
Cuentos, Debajo de la estrellas, Eafit, 2018

Víctor Bustamante

Pleno 2 de enero al aire de la tarde en los cafés aledaños al Centro Suramericana. Un grupo de personas, hombres y mujeres, conversan y juegan en una confortable reunión, como deben de ser los encuentros a principios de año, bajo el solaz de los buenos augurios que luego te arañarán.

He leído Seis historias de Madrid y quiero conversar son su autor, con  Darío Ruiz. Siempre me ha llamado la atención ese periplo suyo por esas tierras de España, cuando se fue a estudiar periodismo, ya que en esos días, reside la cristalización de su destino de escritor. Esto lo había avizorado en algunos cuentos de su estancia allá en 1959, y  un puñado de poemas, en La soledad de la madre, Argueyes arde, luego en Las sombras y ahora aquí en este libro donde desglosa una parte de esa estadía, de esa formación en tiempos de estudio en Madrid y en Bilbao, las ciudades que más menciona. De ahí que esa experiencia presente y vivida, nos entregue la medida de su quehacer literario, así como la consolidación de sus criticas de cine, en ese oficio del cual él debería destapar esa Caja de Pandora con sus textos críticos antes de que la crítica cinematográfica se volviera ese anecdotario de fórmulas normales que abundan por estos pagos.

Hay en este libro un cuento, el último, Biografía, donde el escritor camina por la calle Arenal, y al hacerlo describe ese cambio hora a hora en el perfil citadino cuando sus habitantes adquieren esa variabilidad, de saber que al irse ellos llegarán otros dentro de esa simultaneidad en que se convierte la calle con esos ánimos secretos de sus transeúntes, con esa vida de solitarios dentro de la multitud, en esa búsqueda constante de una compañía, entre personas, muchas veces, de origen desconocido pero que los une algo presente, una conversación o el destino pasajero de un encuentro, de una mirada. Pero si comienzo por este último cuento, es por algo sencillo, de esa misma manera Darío al escribir estos cuentos es como si cuando saliera a la calle nos describiera lo que ve, como si quisiera contarnos cada una de esas historias que él ha vivido y que quiere rescatarlas de esa región que si él no las escribe se perderían en el océano de ese destino sin sosiego, los olvidos mutuos, de los que están impregnadas esas vidas cotidianas que tuvieron en algún momento toda una exhalación de vitalidad pero que con el tiempo se van agotando, van palideciendo y se van como sin ningún interés mientras sabemos que para el autor ahí reside esa posibilidad de proseguir en su narrativa y no dejar que ese chispazo de vida, esa atracción por esos personajes le posibilitaran responder preguntas que aparecen nunca de soslayo sino que él quiere ahondar en ellas y decirnos de esas presencias que él no quieren que pasen desapercibidas por que irían al cesto del ostracismo, donde la historia se convierte en un comentario. De ahí que estos cuentos posibiliten saber de una España en el estertor del franquismo, mirada desde el ojo avizor de quien distingue muchos rasgos, como percibirla en la calle, sentida, caminada desde el grosor mismo de saber que esa indagación nos da otra imagen. El Madrid cotidiano de los bares, de las reuniones de los intelectuales de peso que Darío vivió.

De ahí que, en estos cuentos, la banalidad aparente no subsiste desde esas existencias agotadas, debido al paso del tiempo, ya que  Darío ahonda en cada una de ellas hasta escrutar esos destinos, en esa saciedad del escritor por saber de cada uno de esos personajes que son los ejes centrales de cada uno de sus cuentos. Uno de ellos Pedro Rodríguez, el militar, uno de los cincuenta mil combatientes de la División Azul que, a pesar de haber participado en una guerra, no como una sigla sino como una evidencia, de ahí que  su vida, su trasegar termina en los sótanos del olvido. Esos personajes pese a esa vida, en apariencia anodina, mantienen una vulnerabilidad y energía, su sensibilidad y estoicismo, como partes contundentes que los mantiene a flote. Otro de ellos Salazar, el detective cauto, medio pintoresco, viviendo en la ambigüedad de dos patrias: Madrid y Bogotá. Trinidad juiciosa al comienzo, así mismo el magistrado despabilado e interesado en las minucias aparentes de la subsistencia.

Otro texto es la Antología de cuentos de Darío Ruiz Gómez, editado por Eafit, (Debajo de las estrellas), allí hay una elaborada selección por parte del escritor Juan Diego Mejía. Con respecto a las antologías siempre me he preguntado cómo cada persona que la realiza debe procurar una manera muy crítica y cuidadosa para seleccionarla de tal manera que represente esos instantes, senderos, caminos, creativos del escritor elegido, que se refleja en los cuentos más relevantes que son la parte esencial de cada uno de sus libros, pero también queda la duda, ya que es una manera de dejar de lado otros escritos, que a lo mejor posean logros formales o temáticos donde podemos percibir los diferentes periodos creativos del antologado. De todas maneras una antología es la espuma refrescante del escritor, así el mismo autor de pronto piense y escoja otros textos con diverso criterio y con sus propios y audaces justificaciones de las cuales él no quiere desprenderse, ya que todos fueron escritos con la sazón y la mesura correspondiente para evidenciar una pequeña historia, un personaje que anda por ahí solitario y no cabe en alguna novela, o, a lo mejor, pueda tratarse de un borrador, un bosquejo para un texto de más peso. De ahí que una antología posea ese carácter de ser diferente de acuerdo a la persona que la realice.

Esta selección de cuentos tiene una premisa y potencialidad que dejan de lado la falsa historiografía o el llamado periodismo narrativo como asilo. Ya que Darío escribe y escudriña de  una manera más minuciosa, preguntando, indagando con certeza: de aquí que observa y debate la tragicomedia humana. Para ello es necesario ese continuo oficio de escritor como una constante reflexión, seguida de una persuasión tan personal, nunca en pos de lo entretenido ni de la tergiversación. Y es así que Darío huye de cualquier atisbo de verse como un vendedor de entretenimiento abaratado o escapismo ilustrado. Él es un escritor perspicaz, presente y testigo, de la existencia humana con sus conflictos y contradicciones crueles y paródicas, festivas y cotidianas, y así  no ha dejado que nos enfrentemos con ese inaudito presente que luego se convierte en añoranza como en “Lo último en guaracha”, donde al releerlo observamos que la topografía de un lugar, caro a su autor, ya no existe. En el incierto futuro ha quedado como una huella fuerte. Su vigorosa agudeza, nos ha dado este relato, con su conciencia lúcida e inquisitiva, su firme devoción por la palabra escrita.

Darío tiene una mirada perspicaz, acerada y muy imparcial sobre el carácter y las debilidades de la gente, sus personajes, pero nunca los desprecia, así provengan de ese territorio de la curiosidad y de los anhelos de siempre querer saber quiénes son en realidad. Algo es cierto, una cosa es que ellos sean lo que muestren y no lo que en contexto es lo que el escritor indague y los defina en esa atmósfera más grande y difícil que es la realidad misma; esa que se conoce a través de sus preguntas. Hacerlo de otra manera sería no darles el peso que se merecen desde esa óptica tan definida, tan segura para observar y narrarlos.

Los primeros cuentos de Darío  muestran un descubrimiento de sí mismo, a través de otra mirada a la ciudad. No en vano él inaugura una nueva narrativa, una nueva manera de observar las situaciones de esos personajes que deambulan o que medran o simplemente sabemos que andan por ahí hasta ser definidos por su autor que los recobra.

Darío se atreve en sus experimentos formales, eso sí, sin alardes, sino cuidadosos, sin maquillar pero efectivos.  Él escribe sobre personas engullidas por una historia feroz, tan propias, tan inobjetables,  pero casi pasajera, poco observable. Los individuos que él recobra  –sencillos, sin apariencia, simples– nunca los reconoceremos en relatos académicos o en la incomprensión de lo académico como inclusión en su desprestigio, sino en estos relatos que perseveran en la ciudad, como sus personas, en su peculiar manera de ser recobrados. De ahí que en esta antología es notoria la labor de toda una vida. Darío se aparta de sus ensayos, para acercarse claramente a ese  caos  y al estoicismo de algunos de sus personajes,  despertando la cercanía de historias, que se rompen ante un sentimiento de la injusticia y un sentido de su propia dignidad. Puedes situarlos al principio o en el centro del viaje que el propio escritor ha hecho, a lo mejor un pausado ascenso desde la configuración misma de su trasegar, en esa larga mirada hacia la propia comprensión de ellos, ante un despertar libre de espejismos hacia el mundo propio. Todos estos descubrimientos que entrega una escritura tan personal, y tan propia, enseña, además hombres desarraigados que son la obra de toda una vida acumulada narrados con admirable rigor en una sola vía de esas vidas que nos dejan perplejos.

Es difícil no pensar en un escritor tan fundamental, que ha narrado y lleva dentro de sí  tantos universos paralelos que conviven apartados y que él los junta, para expresar una época, un concepto, en cada uno de sus libros de cuentos. Pero lo que es más llamativo es el agudo sentido que tiene él para alejarse de  esa aureola que poseen los escritores cómodos y ahítos de cierta abulia intelectual. Para él no existen la satisfacción momentánea, ni la percepción pasajera de las noticias; o sea, que ante ese engaño y la tragedia y la fiesta en que define sus cuentos, también hay  muchas zonas grises para esos personajes que son rescatados por él  –inseparables de su oficio y de su apariencia–, ellos coexisten con una actitud de aceptación y optimismo, otras veces con la perseverancia, a medio camino del éxito y del fracaso, como una entendible y generosa confianza, compasión podría ser, donde el autor trasluce la energía y la desazón humanas.


Nota Bene. No sé si Juan Diego, el antólogo, habrá olvidado otro de los libros de Darío, En tierra de paganos, donde existen también cuentos memorables.






Horacio Marino Rodríguez en el Paraninfo de la Universidad de Antioquia

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Horacio Marino Rodríguez en el Paraninfo de la Universidad de 

Antioquia

Víctor Bustamante

Poco sabemos de la vida cotidiana, durante su proceso de aprendizaje, de Horacio Marino Rodríguez cuando ya había dejado su formación, porque así es, básica de su bachillerato, y ya se disponía a iniciar el camino hacia la ruptura de un momento relevante en su vida. Acaso impulsado por la curiosidad, luego de trabajar en la talla de lápidas. Su estro creativo, lo conduce por el camino  de indagar para ilustrarse en la fotografía, en ese aprendizaje arduo y severo con una metodología muy particular. HMR realiza un acto impensable, en un momento donde el conocimiento factura, escribir un libro sobre este arte, su hermano que había llegado de París le ha enseñado los rudimentos que luego de su experiencia le sirven para escribir las 18 lecciones de fotografía. Nada sabemos si tradujo de libros franceses, nada sabemos cómo, de una forma inesperada, daba a conocer la experiencia para teorizarla en ese apretado proceso de aprendizaje sobre una forma artística que ya llevaba unos 60 años de consolidada, pero que aquí en el trópico de montañas, en el interior de una ciudad ya conectada con los movimientos del exterior en sus diversos ordenes, daba la posibilidad de escribir y publicar un texto sobre la fotografía en un momento en que la ciudad configuraba un determinado paisaje y, sobre todo, cuando los comerciantes indagaban por el mundo sobre las diversas mercaderías a importar y, además, con el empuje de la minería y la ascesis por el oro, consolidaba esa ciudad conectada por el mundo con lo esencial: el comercio. Entre ellos, los mencionados pioneros del comercio, luego de la industria, HMR ocupaba un lugar que nuestro mutuo olvido no ha podido relegar.

En esa ciudad solo mirada en ese momento a través de fotografías en blanco y negro, que es nuestro pasado. Imagino a HMR en su gabinete de trabajo, ahí en Palacé con la  Avenida Primero de Mayo, inmerso en algo que lo consolidaría como un pionero, inicialmente el de ser un autodidacta movido por la curiosidad, por discernir un camino básico con sus materias necesarias para indagar en el proceso de fotografía, acaso maravillado por ese misterio de que en un proceso de luz y papel, de químicos y de un cuarto oscuro, apareciera la imagen fotografiada como una manera de aprehender ese paisaje, esos rostros, esos grupos familiares, como un modo de comenzar a vencer el tiempo de una manera teórica, y lo digo por una razón, en sus fotografías reside aun un espíritu tierno al fotografiar a esas personas, esos grupos, sin ningún alarde de intelectualismo, como la fotografía de Los zapateros (1895), ellos tan inmersos en su labor, que a pesar de realizarla en La Playa, lugar público para transeúntes, se hayan tan inmersos en sí mismos, es decir, en su labor, que olvidan el mundo que pasa frente a ellos, encabezados por una persona mayor, que es el de la experiencia, el maestro artesano, quien  preside este momento cenital, su fotografía, que lo define, ya que la persona mayor, el zapatero no en un lunes, su día, sino en la posteridad, a lo mejor le ha llamado la atención a HMR, y por esa razón  ha ido a su gabinete por su pesado equipo fotográfico y se ha detenido a plasmar este grupo de personas.

Cierto, él quiere dejar para esa posteridad que, ahora lo recobra, ese frágil momento en que unas personas o una persona o un grupo de familia miran a la cámara o evaden la lente de una manera coqueta, furtiva como si al no mirar al lente no nos dejará a esa persona, a esas personas, mirándonos a los ojos en esa postura, nunca el punctun como diría Barthes, sino en la fidelidad de mirarnos a los ojos cada que reparamos en sus fotografías, como ese acto milagroso cuando HMR se encerraba en el cuarto oscuro a revelar, a prestigiar la magia que le entregaba ese proceso químico que disuelve de las sombras esas fotografías para conceder ese momento pleno y justo.
De ahí que en este libro, con esa experiencia en lectura de libros en otros idiomas, HMR, a lo mejor haya reflexionado y se haya dicho que ese arte merecía la pena en ser divulgado, y al escribir este libro, desde ahí comienza su labor de ser maestro, de enseñar el conocimiento adquirido o de guardarlo de una manera total sino darlo a conocer, que a lo mejor será una manera de sembrar una semilla, ese protocolo sin preámbulos para que alguien también se decida a advertir y, sobre todo, a darle un nuevo aire a ese arte aún en proceso que poco a poco con la evolución técnica abrirá otras fronteras. Al titularlo 18 lecciones de fotografía, publicado en 1897,  ya estaba inmerso dentro de sí mismo ese deseo de ensañar, de compartir lo aprendido, de dar a conocer lo que él mismo había aprendido en su arduas noches de sus desvelos, de su curiosidad, que le insuflaba ese deseo de escudriñar, de saber.

Horacio Marino se mantiene firme, es tanto su poder de concentración, de indagación, de reflexión, y, sobre todo, de estudio, en solitario, eso sí con un alto nivel de confianza en esos caminos y en sus conclusiones que lo llevaron en un momento determinado a abandonar la fotografía debido a que el gabinete fotográfico no daba para Melitón y para él, y ya casados el sostenimiento de una familia es cosa seria.

Hay una fotografía donde ambos, Melitón y HMR posan para esa posteridad de este momento en que miramos esa placa en definitivo blanco y negro, Melitón sostiene un libro, y sus ojos están fijos en las páginas del libro abierto, algo displicente, HMR posa la mano en el libro, como vínculo de unión entre ambos, pero así mismo se aleja de él, no es que lo deje o denigre de él de una manera visual sino que mira al horizonte cercano a las paredes del cuarto pero que en la fotografía revelan la mirada de HMR al horizonte al exterior como si nos indicara con ese gesto que el necesita el saber indagar en otras disciplinas como motivo de sus circunstancias, de su curiosidad.

A lo mejor HMR ya quería salir del cuarto oscuro, de fotografías de paisajes y personas quería algo mas palpable y así, inmerso en su autodidactismo, ese proceso de ruptura seguro lo ha llevado a indagar en sus diversos libros sobre la construcción, no sabemos que lo ha llevado a apersonarse y mucho más tarde a aprestigiarse como querer convertirse en un maestro nato. Mientras la mayoría, nunca voy a decir el rebaño en los términos despectivos de ese filosofo que quería ser  profeta Nietzsche, él se sumió de nuevo en su cuarto no sabemos cómo se aprovisiono de libros sobre el tema y se dispuso a construir edificios con lo cual se motivó a publicar su libro sobre arquitectura. Ya había construido.

HMR enseñó dibujo en la Escuela Normal de Varones, en la Normal de Señoritas, en la Escuela de Minas y en la Escuela de Artes y Maquinaria, que le dan peso para publicar El libro del constructor y Tratado de arquitectura de 1919, entre ambos libros hay 23 años, los suficientes, para que Horacio Marino aprendiera de sus maestros, y en solitario, ese oficio ser arquitecto. Dos de sus maestros en este campo fueron Enrique Hausler como su maestro en las aulas y Carlos Carré, con quien trabajó como asistente en la construcción de la catedral Metropolitana. También antes se  había iniciado en la labor de enseñar por otro medio, las revistas literarias donde participó, lo que da la medida de que HMR era un ser extraordinario y, además, contemporáneo en esa labor de saber para divulgar; o sea dar a conocer, crear curiosidad.

En este recinto, en el Paraninfo de la Universidad de Antioquia, ha sido presentada la exposición de HMR, donde se valora su oficio como maestro en las diversas instituciones donde el dictó clases; él que se había labrado en sus saberes a partir de las semillas que le otorgaron algunos de su maestros, pero que él prosiguió con su curiosidad. Llegó a dictar clases de la Escuela de artes y oficios al ser un buen aprendiz de Enrique Hausler, su suegro, que lo valoraba, debido a su firmeza y a sus deseos de ser un alumno meticuloso, que no superaría a sus maestros sino que buscaría sus caminos propios.

En esta exposición notamos el inicio y consolidación de diversas instituciones pero también como se comienza a crear la Escuela de Artes y Maquinaria de la mano de HMR. En una fotografía grande, del tamaño de personas, es posible observar la llegada y utilización de los pequeños motores para aligerar el oficio de los artesanos. Aquí en, otras fotografías notamos el paso del artesano a lo que sería el obrero, solo faltarán algunos años.

Aquí, en este recinto, que fue testigo y lugar como aulas de clase, pero además cárcel para prisioneros, en tiempos de las guerras civiles, sufrió toda variedad de deterioros en los años finales de 1800, luego se dio paso para la consolidación de la Universidad de Antioquia, y HMR tuvo un papel preponderante, al reformar una suerte de convento de franciscanos para adaptarlo a una verdadera universidad. El Paraninfo ha estado siempre presente en la vida de la ciudad, y es parte inalienable de la ciudad.

Por esos pasillos y zaguanes, por esas escalas y sus diversos pisos, por los patios y salones, en esos días de 1910, Horacio Marino caminó, indagó sobre materiales, la disposición de planos, conversó con oficiales y artesanos, dio instrucciones; en síntesis, supervisaba su obra, y por esa razón esta búsqueda de sus pasos, de su labor como arquitecto que ha llegado aquí, a ubicarlo, a saber de ese trasiego de su vida como uno de los medellinenses de mucha presencia, inobjetable.

Sí, aquí al lado de Juan Camilo Escobar, de Maribel Tabares, de Juan Carlos Buriticá, de Blas Navarro, y la ausencia de Luis Fernando González, que nos debe una charla sobre la disposición espacial de este edificio; con todos ellos responsables de este gran proyecto, hemos regresado al Paraninfo a recuperar la memoria de Horacio Marino. Incluso los investigadores han recobrado de él un manuscrito que se creía perdido sobre la Historia de Medellín.




Arboles en Rebelión

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Nos sumamos al primer día de ACCIÓN global de Extinction Rebellion. El 15 de enero será un día de movilizaciones, toma de espacios públicas y diversas actividades en varias ciudades del mundo para seguir llamando la atención sobre el #CambioClimatico.

Nuestra acción: ÁRBOLES en REBELIÓN ((Siembra de árboles nativos))
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Nos juntamos alrededor de una acción poderosa y necesaria en tiempos de deforestación y perdida de biodiversidad. Sembrar un árbol es la oportunidad para volver a sentir la tierra, aprender más sobre las dinámicas de los bosques mientras entendemos su importancia para el equilibrio ecológico.

!!Rebelarnos o extinguirnos!!
#ExtinctionRebellionColombia
#ResistenciaContraLaExtincion

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Lugar: Santa Elena, Antioquia / Vereda Barro Blanco.
Fecha: 20 de enero con alternativa de amanecer desde 19 de enero en una cabaña cercana al lugar de la siembra.

+Info y para confirmar participación: 
Cel / whatsapp: 319 556 80 80
Correo: rexistenciaextincion@gmail.com

SANTOS Y LA REPÚBLICA DEL TERROR / Darío Ruiz Gómez

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SANTOS Y LA REPÚBLICA DEL TERROR
Darío Ruiz Gómez

El régimen de Santos  respondió a un objetivo primordial: hacer que la injusticia, el atropello, el horror fueran considerados como hechos normales dentro del proceso de  su “búsqueda de la paz”. Una sociedad que los distintos medios de comunicación se encargaron de mostrar  como una sociedad gobernada  por una élite impoluta  que, sin embargo, rápidamente  se convirtió  en lo que se llama una sociedad de provecho. El caso Odrebrecht es apenas la punta del iceberg sobre lo que supuso  la presencia de una monstruosidad  jurídica que se hizo invisible gracias a la previa  corrupción de ciertos representantes de la justicia, al desafuero burocrático aceptado como legítima  estrategia electoral, típico recurso totalitario, para demostrar que nadie se salva de ser corrupto y sobre todo que el mal es inherente a la condición del ser humano. La violentísima película de Pasolini, “La República de Saló” ilustró crudamente la manera en que el poder en manos de desalmados  lo  que busca es degradar  al ser humano  al  hacernos   creer que lo más abominable es algo normal y de esta manera  aceptar la sumisión como algo natural.  La retórica perversa del Fiscal  Montealegre  introdujo  con sus caprichosas ejecutorias y señalamientos la idea de que el Habeas Corpus no existía  y traicionar a un amigo es algo previsible en la trama de este film: inventarse un hacker para destituir unos altos militares de inteligencia  son  acciones que parecen sacadas de una novela  de Jhon Le Carré.  El santismo   no tuvo escrúpulo alguno para subvertir la ley  y la justicia para obtener un premio Nóbel de papel. En este proceso elaborado minuciosamente por una mente enferma  los Fake News fueron puestos en circulación por esta fábrica de mentiras y difamaciones por parte de un periodismo que  terminó por degradar el lenguaje, la ética profesional. Lo que la llamada Izquierda no alcanzó a prever por pura ceguera moral era el hecho de que esta degradación de lenguajes y costumbres terminaría por arrastrarlos también a la degradación política y  la complicidad ante  la injusticia  bajo el lema de que todo estaba permitido por la paz. Recordemos  que después de cada grave atentado por parte de las FARC o el ELN el presidente Santos recurría a la misma explicación:”Esto fue un atentado de la Mano Negra, de la Derecha, no lo duden” ¿Qué pasó después del cruel asesinato de Ciro Guerra y del asesinato de once soldados  por parte de las FARC y luego por Pablito? Al perder el lenguaje su dimensión moral se precipita al abismo donde se justifica el crimen, la humillación a las víctimas. Un atentado terrorista recuerda Baudrillard  no es una revolución sino una implosión o sea un agujero negro que se traga a quienes lo justificaron.  Insinuar  que el horrendo atentado que mató a 21 jóvenes cadetes y dejó heridas a 65 personas  “pareció”  responder al objetivo de impedir el plantón que  pediría  la cabeza del Fiscal Martínez, tal como lo hizo en unas declaraciones Jorge  Robledo,  constituye  un  despropósito de alguien que fue un eminente profesor, un notable congresista y parece hoy haber sido devorado por la degradación santista que a hombres de ideas los convirtió  en “legionarios de la paz “. El video de Márquez es para la justicia universal  un “enaltecimiento del terrorismo” que se paga con la cárcel. Nada más

GUACHO Y CARLOS MARX / Darío Ruiz Gómez

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GUACHO Y CARLOS MARX
Darío Ruiz Gómez
La primera vez que Guacho  apareció ante las cámaras de t.v. fue cerca de Tumaco cuando se presentó una fricción entre unos  raspachines  y fuerzas de policía, alguien disparó y mató a un raspachín y la policía fue acusada del crimen, lo que no era cierto. En medio de esa tensión apareció Guacho con  un grupo de sus  guerrilleros, un hombre joven afrodescendiente, tímido al cual le sobraban  el uniforme y el fusil. Ya después, lo debemos suponer,  Guacho se declaró en rebeldía  contra su Comandante y se entregó  al narcotráfico  como “una vía legítima de acción revolucionaria”. Lo que vino después ya lo sabemos, aun cuando no deja  de estremecernos  la crueldad  con que mandó a asesinar a la pareja de jóvenes esposos y a los tres periodistas. Muchos guerrilleros – recordemos los feroces campesinos del Pot Pot en Camboya-   recurrieron,  en el momento de ser enjuiciados por sus crímenes,  al sofisma de que solamente habían  estado obedeciendo   órdenes de sus comandantes.  Y por lo tanto la ideología era la asesina y no ellos. ¿Cuál fue, se pregunta uno, el marxismo  que  condujo a Guacho  a matar a unos civiles desarmados si él nunca llegó a leer  un texto de Marx? Para el revolucionario  absoluto  el fin justifica los medios  y asesinar “enemigos ideológicos”  no se considera por lo tanto   un delito.  ¿No llevaba en su mochila un manual del guerrillero uno de los detenidos por el infame atentado a la Escuela General Santander?  Yo he leído algunos de estos manuales y lo que  allí  se lee no es otra cosa que unas instrucciones   para convertirse en un  fanático  porque de marxismo  no hay nada por supuesto  ya que lo que los Comandantes guerrilleros  insuflan en el cerebro de estos  analfabetos reclutados   no es más que una serie de tópicos desfasados como “combatir el imperio, el capitalismo norteamericano” y poner  como  ejemplo a un aventurero que tampoco leyó a Marx, el Ché Guevara. Naturalmente estas extravagancias, ni en la cabeza del más enfermo de los dogmáticos, podrían  constituirse en un argumento  para  justificar  más de cincuenta años de  lucha armada en Colombia, pero si nos ayuda a poner en claro la farsa cruel  de una ideología manipulada por una élite de dirigentes para su propio beneficio económico. Guacho apareció por un instante ante nuestros  ojos pero Guacho en realidad no existió  en la medida en que quienes estaban encargados de otorgarle la entidad de  ser humano  con nombre y apellido propios, no lo hicieron.  ¿Cuántos guerrilleros murieron a lo largo del levantamiento  de las FARC  del ELN y cuáles son sus nombres y apellidos, en dónde están enterrados? Esta es una pregunta decisiva para la  JEP.

 ¿Era Guacho marxista-leninista o lo es el Comandante Romaña?  Lo que escribes,  recordémoslo, es lo que realmente eres, ya que puedes  argumentar que  eres Mao Tse Tung pero tu escritura decirnos  que eres un perico de los palotes. Esto, científicamente  lo asevera Marx. ¿Será por eso que nunca han escrito nada Iván Cepeda o Jaime Caicedo,  el Comandante “El Paisa”, “Pablito El  Carnicero”?  Sabemos que quien  dijo ser el padre de Guacho, no lo era, y que final  y discretamente  su verdadera madre rescató el cadáver  y desapareció. La dialéctica leninista es implacable como recuerda Merleau-Ponty:   para un  miliciano  todo debe sacrificarse a la Causa pues el individuo no existe. ¿Cómo buscar, entonces,  las tumbas  inconsolables de estos esclavos de una  deformada  ideología? ¡Saquen a Marx de esa basura!  

LA CIUDAD QUE SE FUE / Darío Ruiz Gómez

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LA CIUDAD QUE SE FUE
Darío Ruiz Gómez
Cuando hace treinta años la ciudad comenzó a ser el escenario de esa mayúscula pesadilla que fue la violencia del narcotráfico, las autoridades de entonces al inicio de esta violencia recurrieron al fácil sofisma de que “no había de qué preocuparse ya que esos crímenes  eran entre bandas rivales  y por consiguiente el ciudadano nada tenía que temer”. Rápidamente  la espiral de crueldad y sevicia nos comprobó  que no era cierta esa disculpa  ya  que rápidamente los derechos del ciudadano  fueron descaradamente atropellados. Me refiero al derecho a circular libremente, al derecho inalienable a vivir sin temor, al derecho a la vida comunitaria. El ciudadano fue abandonado a su suerte ante  la desmedida capacidad de intimidación  de las fuerzas del mal, desaparecieron  el espacio público,  la cultura de la noche, en una medida tan trágica que nunca, en la  aparente paz que siguió,  fuimos capaces de  hacer  la  crítica sobre el significado de ciudad,  sobre lo que  el sufrimiento de las familias destrozadas supuso hasta convertirse en cicatrices que cada ofendido disimula con ese pudor que caracteriza al justo. La mayor  tarea a cumplir por parte del Gobernante de una ciudad no es otra  que  la recuperación  de los espacios para la vida cotidiana  pues  es desde la vigencia  del  intercambio social desde donde  podrán cobrar significado  los planteamientos sobre planificación,    esparcimiento, educación ya que  solamente así tendrán justificación  también  las obras públicas  y podrá pensarse en enfrentar  debidamente a la nueva patología social.  Esto supone  la tarea de derribar las murallas que se oponen a  la  pluralidad social, a la existencia  de una ciudad mestiza,  recuperando la intensidad cívica de la vida  agredida  de la  comunidad y oponiéndose al terror que se ejerce contra la  ciudadanía. Es lo que llamamos un proyecto  urgente  para una ciudad más compleja, más desgarrada, brotada  de la presencia  de distintos  actores   ya que lo que puede venir con las nuevas  agresiones   al territorio  urbano es lo que  Loic Wacquant señaló en sus extraordinarios estudios sobre el gueto  o sea el hecho palpable  de que los  guetos   se han  consolidado  como  “otras ciudades”  respecto  a  la llamada ciudad del progreso y de este modo muchos  de  estos  territorios  permanecen  bajo la autoridad impuesta por las organizaciones criminales  e incluso  puede hablarse hoy de que esas  otras ciudades  dentro de la ciudad están en guerra abierta contra la ciudad  como lo comprueba la inseguridad creciente. ¿Qué podría suceder en una tierra de nadie determinada por las fronteras invisibles y bajo la economía impuesta por estas organizaciones?   Es lo que Bernardo Cechi califica como la “injusticia espacial” que en nuestro caso se expande, además, por las terribles desigualdades  que crean  las alianzas del dinero  del narcotráfico con la nueva especulación inmobiliaria, lo cual supone   la fatal desaparición de  la posibilidad de controlar y racionalizar  el crecimiento desmedido, las invasiones dirigidas,  mientras  silenciosamente  se tugurizan  calles y espacios de la ciudad tradicional que al carecer de protección son infiltrados por estos nuevos y desafiantes  poderes. ¿Han visto desde el aire el anillo de miseria que rodea a la Cartagena turística? ¿Han visto la miseria y la exclusión de Ciudad Bolívar? ¿Han visto la apabullante miseria del  Terrón Colorado  caleño?   Bajen la mirada porque todo  lo que rodea a Medellín son  estas ciudades  secuestradas y para siempre  en obra negra. Por esto las publicitadas  “obras de progreso” no pasan de  ser maquillajes puntuales.

Las tradiciones inventadas y la fundación de Supía / Luis Fernando González Escobar

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Las tradiciones inventadas y la fundación de Supía.


Luis Fernando González Escobar
Profesor Asociado, Escuela del Hábitat
Facultad de Arquitectura
Universidad de Colombia sede Medellín


El famosos historiador británico Eric Hosbswam, en la introducción del libro La invención de la tradición, señalaba que las “tradiciones” que “parecen o reclaman ser antiguas son a menudo bastantes recientes en su origen y, a veces, inventadas”; de ahí deriva el término de “tradiciones inventadas” las que “implica un grupo de prácticas, normalmente gobernadas por reglas aceptadas abierta o tácitamente y de naturaleza simbólica y ritual, que busca inculcar determinados valores o normas de comportamiento por medio de su repetición, lo cual implica automáticamente continuidad con el pasado” (2002, p. 8).
La celebración de la “fundación” de Supía corresponde precisamente a eso que Hosbswam llamó “tradiciones inventadas”. Se celebra una fecha: el 2 de febrero, supuesto día del onomástico; la gente lo acepta de manera acrítica; los estudiantes asisten de manera pasiva u obligados cada año a los actos cívicos convocados por las autoridades municipales o por los centros educativos; hay pues una reiteración ritual que pretende crear un sentido de cohesión social, pertenencia e identidad a partir de esa fecha del supuesto acto fundacional. 
Esa “invención de la tradición” y su reiteración ritual no es nueva, ocurre en todo el mundo, incluso en la misma Inglaterra del referido historiador, pero ellas –todas– esconden intereses, ideologías, formas de ver el mundo, tienen intenciones moralizantres, entre otras intenciones abiertas o veladas; de ahí la necesidad y obligatoriedad de mirar su naturaleza, deconstruirlas si se quiere y entenderlas.
Supía fue un pueblo “sin historia” al menos hasta la década de 1970; entendido esto como una población sin un relato histórico, con personajes y hechos épicos y relevantes que lo insertara en la construcción nacional. Sólo hasta 1980 cuando se publicó el libro Historia de Supía, de Jorge Eliecer Zapata, en un estilo monográfico, dicho relato se comenzó a construir. Precisamente en este libro el autor retoma un dato de los apuntes del antiguo maestro Eleazar Castro, quien había planteado esa fecha sin referencias documentales, siguiendo solo la tradición. Zapata Bonilla se apoyó en la obra Vida del Mariscal Jorge Robledo, escrita por Emilio Robledo Correa, para cuestionar algún hecho menor de lo planteado por el maestro Castro y, a su vez, darle validez a “que Supía sí fue fundada el 2 de febrero de 1940 por los alguaciles del Mariscal Jorge Robledo, señores Ruy Vanegas y Melchor Suer de Navas” (Zapata B., 1980, p. 15). A partir de entonces, definido como el gran mojón histórico se comenzó un proceso de difundir dicho “hecho histórico” en prensa, eventos y libros que reiteraban lo anotado, para que fuera apropiado por la población. Luego fue institucionalizado por la administración municipal. Se volvió parte de la historia oficial y se determinó su celebración en la última década del siglo XX; desde entonces, asistimos al desfile celebratorio como una nueva tradición. 
La construcción del relato y su institucionalización cumplió con el propósito de ubicar en la historia a una población. No sólo la ubicó temporalmente, sino que “heroiza” a los fundadores que, en el relato inicial eran dos –Ruy Vanegas y Suer de Navas–, a los que se le sumará luego un tercero, Martín de Amoroto. El propósito de dotar de sentido histórico e identidad se cumplió a cabalidad, como se puede leer en las redes sociales cuando al cuestionamiento de la celebración en 2019 de los 500 años de fundación y la exigencia del acta fundacional por parte de un usuario en las redes sociales, en la página de Facebook Supía 500 años, creada exprofeso para ese acto celebratorio se señalaba: “No queremos entrar en un debate de la fundación de Supía mediante un acta, si estamos seguros de la presencia de terratenientes españoles como Ruy Vanegas, Martin de Amoroto y Melchor Suer de Navas en el año de 1540 cómo reposa en los archivos de Popayan(sic), que evidencian la presencia e inicio de comunidades en nuestro territorio..... y eso es lo que queremos enaltecer a través(sic) de este movimiento ciudadano”.(https://www.facebook.com/Supia500Anos/posts/2363911807013570?hc _location=ufi)
Tanto en el relato inicial como en la defensa actual la debilidad argumentativa y factual para justificar la invención fundacional es evidente. Obviamente los lugartenientes – muy diferente a hablar de “terratenientes”– de Jorge Robledo, estuvieron en la fundación de Santana–luego llamada Anserma–. Como lo señalo en un texto de mi autoría aun inédito:
Robledo en su primer recorrido había fundado presurosamente Santana[1]en agosto (15?) de 1539 como una manera de posesión territorial y de avanzada militar. Después fue la “pacificación” de los territorios aledaños que formaban la denominada provincia indígena de Humbra, que los españoles denominaron provincia de Anzerma. Con una combinación de sutileza, ingenio militar y estratégia guerrera, Robledo acometió el sometimiento de todo el territorio; mandó a Melchor Suero de Nava, uno de los alcaldes ordinarios de Santana, aconquistar las provincias de “Caramanta y Cori e Buritica”, como efectivamente hizo en setenta días, el mismo Suero “visitó todas las provincias de Anzerma e los siñores e caciques della”;Ruy Vanegas a Guarina, y personalmente Robledo a los farallones de Appia. Los tres a su regreso sofocaron la rebelión del cacique Ocuzca,que pretendió destruir la nueva fundación. Luego de la rebelión envío a Ruy Vanegas a que pacificara los Pirsa y los Soppia (sic): “...lo cual no fue fácil, por haberse puesto en armas los pirsa, valiendose de hoyos y púas contra la ventaja de los caballos, en que cayeron otros aunque conocido el ardid y castigado el atrevimiento el otros encuentros que precedieron, hubieron de admitir forzadamente la paz” (Fernández de Piedrahita, 1973, p. 352)  
En ese instante, incierto en términos de fecha precisa, al menos el mes, la conquista española entró por el suroccidente a la Provincia de Zopia, con el carácter de una acción “pacificadora”. De ello no quedó rastro de ninguna acción fundacional como se ha aseverado hasta el momento, pero ese momento marcó y cambio profundamente el futuro de sus relaciones espaciales, territoriales y socioculturales, con el establecimiento definitivo de los conquistadores españoles y la subordinación territorial de Supía a la ciudad de Santana, erigido en primera instancia en el epicentro militar y posteriormente enel centro político-administrativo de la provincia de Anzerma, de la cual entraron a formar parte los territorios aledaños al río Supía, es decir, la comarca que pertenecía a la tribu de los zopías. 
Los tres señalados fundadores de Supía nunca estuvieron juntos allí. Fueron lugartenientes de Robledo y parte del Cabildo, la recien implantada institución que regía, ordenaba y controlaba los territorios que pertenecían a la ciudad fundada, esto es, Santana; así que uno de ellos, Ruy Vanegas, fue a tierras del valle de Pirza y al territorio contiguo de los “Soppia” a someter a sus habitantes para beneficio de aquella ciudad. La denominada “pacificación” era el sometimiento militar, que involucraba armas de fuego y perros especializados en despedazar los indígenas; como también castigar –torturar– el “atrevimiento” de defenderse y evitar su sometimiento. Los supuestos “héroes” fueron los que asesinaron y luego redujeron en encomiendas a los sobrevivientes, para que trabajaran para tributar a la corona, los propios conquistadores, a la vez que los alimentaban. Supía entró al sistema espacial y económico de la Conquista española no por un acto fundacional de población sino con la figura de las “encomiendas” que tributaban al centro urbano fundacional de Santana que, para el año  de 1559, eran dos: la de Pirsa, entregada a Gómez Hernández – conquistador y poblador de esta provincia y del Chocó–, con 400 indios encomendados, y la de Supía, entregada a Lucas Dávila–conquistador y poblador– que igualmente, de acuerdo a los censos, tenía 400 indios encomendados.
Entonces ¿qué celebramos el 2 de febrero de cada año? ¿un acto fundacional que nunca existió? ¿el sojuzgamiento militar y sometimiento económico de las poblaciones indígenas nativas? ¿por qué celebrar la heroicidad de los conquistadores y el aniquilamiento nativo?...o, como se señala en la página de Facebook, la supuesta evidencia de “la presencia e inicio de comunidades en nuestro territorio”, como que si tal cantidad de nativos asesinados y los sobrevivientes encomendados no fueran una comunidad que ya existía con su cultura, sus formas organizativas, sus dinámicas productivas y territoriales. Entonces lo que aparentemente celebran algunos es la llegada española al territorio “Soppia”, su imposición y configuración territorial posterior. Seguimos glorificando el conquistador y negando parte fundamental de la razón de ser como pueblo, sociedad y comunidad. Los sectores subalternos no tienen espacio es ese relato heroico fundacional.
Toda comunidad, sociedad o nación requiere sus relatos fundacionales. Las tradiciones son fundamentales en eso que Benedict Anderson llamón “comunidades imaginadas”. Pero estas relatos y tradiciones deben ser incluyentes y apegarse a una construcción discursiva próxima a la realidad y “verdad” histórica, lo que poco a ocurrido en el caso supieño. Debemos agradecer los aportes iniciales que se han hecho en la construcción del relato, pero tenemos la obligación de revisarlos y cuestionarlos a partir de los aportes investigativos, la fundamentación teórica, el trabajo de archivo y las nuevas evidencias aportadas por las fuentes. Pero no podemos quedarnos en reiterar hasta la saciedad “tradiciones inventadas”.

Bibliografía:
Lucas Fernández de Piedrahita, L. (1973). Noticia Historial de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada, Volumen I. Bogotá: Ministerio de Educación Nacional-Instituto Colombiano de Cultura Hispánica-. Ediciones de la Revista Ximenez de Quezada, Editorial Kelly.
Hobswam, E. (2002). La invención de la tradición. Barcelona: Editorial Crítica
Tovar Pinzón,  H. (1993). Relaciones y Visitas de los Andes S XVI. Santafé de Bogotá: Colcultura - Instituto de Cultura Hispánica, Tercer Mundo Editores.
Zapata Bonilla, J. E. (1980). Historia de Supía. Manizalez: Editorial Rodrigo Ltda.

Medellín, 2 de febrero de 2019.




[1]“...e dixo ansi al dicho iscrivano que le diese por testimonyo cómo allí  fundava en n(ombr)e de su magestad e del señor governador la cibdad que se llamo Santana e la yglesia mayor Santa María de los cavalleros...”. Relación de lo que subcedio en el descobrimyento de las provincias de Antiochia, Anzerma y Cartago y las cibdades que en ellas están pobladas por el S(eno)r Capita(n) Jorge Robledo” (Tovar Pinzón, 1993, p. 241). 

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